Página 274 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
declararon los principios de la ley que él había venido a magnificar
y honrar.
Cuando la ley fué proclamada desde el Sinaí, Dios hizo conocer
a los hombres la santidad de su carácter, para que por el contraste
pudiesen ver cuán pecaminoso era el propio. La ley fué dada para
convencerlos de pecado, y revelar su necesidad de un Salvador. Haría
esto al ser aplicados sus principios al corazón por el Espíritu Santo.
Todavía tiene que hacer esta obra. En la vida de Cristo son aclarados
los principios de la ley; y al tocar el corazón el Espíritu Santo de
Dios, al revelar la luz de Cristo a los hombres la necesidad que ellos
tienen de su sangre purificadora y de su justicia justificadora, la ley
sigue siendo un agente para atraernos a Cristo, a fin de que seamos
justificados por la fe. “La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el
alma.
“Hasta que perezca el cielo y la tierra—dijo Jesús,—ni una jota
ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.”
El sol que brilla en los cielos, la sólida tierra sobre la cual moramos,
testifican para Dios que su ley es inmutable y eterna. Aunque ellos
pasen, los preceptos divinos permanecerán. “Más fácil cosa es pasar
el cielo y la tierra, que frustrarse un tilde de la ley.
El sistema
típico que prefiguraba a Cristo como el Cordero de Dios, iba a ser
abolido cuando él muriese; pero los preceptos del Decálogo son tan
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inmutables como el trono de Dios.
Puesto que “la ley de Jehová es perfecta,” cualquier variación de
ella debe ser mala. Los que desobedecen los mandamientos de Dios,
y enseñan a otros a hacerlo, son condenados por Cristo. La vida de
obediencia del Salvador sostuvo los derechos de la ley; probó que
la ley puede ser guardada en la humanidad, y reveló la excelencia
del carácter que la obediencia desarrollaría. Todos los que obedecen
como él obedeció, declaran igualmente que el mandamiento de la
ley “es santo, y justo, y bueno.
Por otro lado, todos los que violan
los mandamientos de Dios, sostienen el aserto de Satanás de que la
ley es injusta y no puede ser obedecida. Así secundan los engaños
del gran adversario y deshonran a Dios. Son hijos del maligno, que
fué el primer rebelde contra la ley de Dios. Admitirlos en el cielo
sería volver a introducir elementos de discordia y rebelión, y hacer
peligrar el bienestar del universo. Ningún hombre que desprecia