Página 276 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
la religión armonizarán con la pureza interna del cristiano. Entonces
las ceremonias requeridas en el servicio de Dios no serán ritos sin
significado como los de los hipócritas fariseos.
Jesús consideró los mandamientos por separado, y explicó la
profundidad y anchura de sus requerimientos. En vez de quitarles
una jota de su fuerza, demostró cuán abarcantes son sus principios y
desenmascaró el error fatal de los judíos en su demostración exterior
de obediencia. Declaró que por el mal pensamiento o la mirada
concupiscente se quebranta la ley de Dios. El que toma parte en
la menor injusticia está violando la ley y degradando su propia
naturaleza moral. El homicidio existe primero en la mente. El que
concede al odio un lugar en su corazón, está poniendo los pies en la
senda del homicida, y sus ofrendas son aborrecibles para Dios.
Los judíos cultivaban un espíritu de venganza. En su odio hacia
los romanos expresaban duras acusaciones y complacían al maligno
manifestando sus atributos. Así se estaban preparando para reali-
zar las terribles acciones a las cuales él los conducía. En la vida
religiosa de los fariseos, no había nada que recomendase la piedad
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a los gentiles. Jesús no los estimuló a continuar engañándose con
el pensamiento de que podían en su corazón levantarse contra sus
opresores y alimentar la esperanza de vengarse de su males.
Es cierto que hay una indignación justificable, aun en los se-
guidores de Cristo. Cuando vemos que Dios es deshonrado y su
servicio puesto en oprobio, cuando vemos al inocente oprimido, una
justa indignación conmueve el alma. Un enojo tal, nacido de una
moral sensible, no es pecado. Pero los que por cualquier supuesta
provocación se sienten libres para ceder a la ira o al resentimiento,
están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y animosidad
deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el
cielo.
El Salvador fué aun más lejos que esto. Dijo: “Si trajeres tu
presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo
contra ti, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero
en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.”
Muchos son celosos en los servicios religiosos, mientras que entre
ellos y sus hermanos hay desgraciadas divergencias que podrían re-
parar. Dios exige de ellos que hagan cuanto puedan para restaurar la