El sermón del monte
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y firmeza de propósito son las condiciones mediante las cuales se
recibe la luz de Dios. El que desee conocer la verdad debe estar
dispuesto a aceptar todo lo que ella revele. No puede transigir con
el error. El vacilar y ser tibio en obedecer la verdad, es elegir las
tinieblas del error y el engaño satánico.
Los métodos mundanales y los invariables principios de la justi-
cia, no se fusionan imperceptiblemente como los colores del arco
iris. Entre los dos, el Dios eterno ha trazado una separación amplia y
clara. La semejanza de Cristo se destaca tanto de la de Satanás como
el mediodía contrasta con la medianoche. Y únicamente aquellos
que vivan la vida de Cristo son sus colaboradores. Si se conserva un
pecado en el alma, o se retiene una mala práctica en la vida, todo
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el ser queda contaminado. El hombre viene a ser un instrumento de
iniquidad.
Todos los que han escogido el servicio de Dios han de confiar
en su cuidado. Cristo señaló a las aves que volaban por el cielo
y a las flores del campo, e invitó a sus oyentes a considerar estos
objetos de la creación de Dios. “¿No valéis vosotros mucho más que
ellas?
dijo. La medida de la atención divina concedida a cualquier
objeto está en proporción con su lugar en la escala de los seres. La
Providencia vela sobre el pequeño y obscuro gorrión. Las flores del
campo y la hierba que cubre la tierra participan de la atención y el
cuidado de nuestro Padre celestial. El gran Artífice Maestro pensó en
los lirios y los hizo tan hermosos que superan la gloria de Salomón.
¡Cuánto mayor interés ha de tener por el hombre, que es la imagen y
gloria de Dios! Anhela ver a sus hijos revelar un carácter según su
semejanza. Así como el rayo del sol imparte a las flores sus variados
y delicados matices, imparte Dios al alma la hermosura de su propio
carácter.
Todos los que eligen el reino de amor, justicia y paz de Cristo, y
consideran sus intereses superiores a todo lo demás, están vinculados
con el mundo celestial y poseen toda bendición necesaria para esta
vida. En el libro de la providencia divina o volumen de la vida, se
nos da a cada uno una página. Esa página contiene todo detalle de
nuestra historia. Aun los cabellos de nuestra cabeza están contados.
Dios no se olvida jamás de sus hijos.
“No os congojéis por el día de mañana.” Hemos de seguir a
Cristo día tras día. Dios no nos concede ayuda para mañana. A fin de