Página 290 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Estrechamente relacionada con la amonestación de Cristo acerca
del pecado contra el Espíritu Santo, se halla la amonestación contra
las palabras ociosas y perversas. Las palabras son un indicio de
lo que hay en el corazón. “Porque de la abundancia del corazón
habla la boca.” Pero las palabras son más que un indicio del carácter;
tienen poder para reaccionar sobre el carácter. Los hombres sienten
la influencia de sus propias palabras. Con frecuencia, bajo un im-
pulso momentáneo, provocado por Satanás, expresan celos o malas
sospechas, dicen algo que no creen en realidad; pero la expresión
reacciona sobre los pensamientos. Son engañados por sus palabras,
y llegan a creer como verdad lo que dijeron a instigación de Satanás.
Habiendo expresado una vez una opinión o decisión, son, con fre-
cuencia, demasiado orgullosos para retractarse, y tratan de demostrar
que tienen razón, hasta que llegan a creer que realmente la tienen.
Es peligroso pronunciar una palabra de duda, peligroso poner en tela
de juicio y criticar la verdad divina. La costumbre de hacer críticas
descuidadas e irreverentes reacciona sobre el carácter y fomenta
la irreverencia e incredulidad. Más de un hombre que seguía esta
costumbre ha proseguido, inconsciente del peligro, hasta que estuvo
dispuesto a criticar y rechazar la obra del Espíritu Santo. Jesús dijo:
“Toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta
en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por
tus palabras serás condenado.”
Luego añadió una amonestación a aquellos que habían sido
impresionados por sus palabras, que le habían oído gustosamente,
pero que no se habían entregado para que el Espíritu Santo morase
en ellos. No sólo por la resistencia, sino también por la negligencia,
es destruída el alma. “Cuando el espíritu inmundo ha salido del
hombre—dijo Jesús,—anda por lugares secos, buscando reposo, y
no lo halla. Entonces dice: Me volveré a mi casa de donde salí: y
cuando viene, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va,
y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran
allí.”
En los días de Cristo, como hoy, eran muchos los que parecían
momentáneamente emancipados del dominio de Satanás; por la
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gracia de Dios habían quedado libres de los malos espíritus que
dominaran su alma. Se gozaban en el amor de Dios; pero, como los
oyentes representados en la parábola por el terreno pedregoso, no