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El Deseado de Todas las Gentes
por el mundo como un tirano. Los mismos sacerdotes que servían
en el templo habían perdido de vista el significado del servicio que
cumplían. Habían dejado de mirar más allá del símbolo, a lo que
significaba. Al presentar las ofrendas de los sacrificios, eran como
actores de una pieza de teatro. Los ritos que Dios mismo había
ordenado eran trocados en medios de cegar la mente y endurecer el
corazón. Dios no podía hacer ya más nada para el hombre por medio
de ellos. Todo el sistema debía ser desechado.
El engaño del pecado había llegado a su culminación. Habían
sido puestos en operación todos los medios de depravar las almas
de los hombres. El Hijo de Dios, mirando al mundo, contemplaba
sufrimiento y miseria. Veía con compasión cómo los hombres habían
llegado a ser víctimas de la crueldad satánica. Miraba con piedad a
aquellos a quienes se estaba corrompiendo, matando y perdiendo.
Habían elegido a un gobernante que los encadenaba como cautivos
a su carro. Aturdidos y engañados avanzaban en lóbrega procesión
hacia la ruina eterna, hacia la muerte en la cual no hay esperanza
de vida, hacia la noche que no ha de tener mañana. Los agentes
satánicos estaban incorporados con los hombres. Los cuerpos de los
seres humanos, hechos para ser morada de Dios, habían llegado a ser
habitación de demonios. Los sentidos, los nervios, las pasiones, los
órganos de los hombres, eran movidos por agentes sobrenaturales
en la complacencia de la concupiscencia más vil. La misma estampa
de los demonios estaba grabada en los rostros de los hombres, que
reflejaban la expresión de las legiones del mal que los poseían. Fué
lo que contempló el Redentor del mundo. ¡Qué espectáculo para la
Pureza Infinita!
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El pecado había llegado a ser una ciencia, y el vicio era con-
sagrado como parte de la religión. La rebelión había hundido sus
raíces en el corazón, y la hostilidad del hombre era muy violenta
contra el cielo. Se había demostrado ante el universo que, separada
de Dios, la humanidad no puede ser elevada. Un nuevo elemento de
vida y poder tiene que ser impartido por Aquel que hizo el mundo.
Con intenso interés, los mundos que no habían caído habían mi-
rado para ver a Jehová levantarse y barrer a los habitantes de la tierra.
Y si Dios hubiese hecho esto, Satanás estaba listo para llevar a cabo
su plan de asegurarse la obediencia de los seres celestiales. El había
declarado que los principios del gobierno divino hacen imposible