El toque de la fe
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“¿Quién es el que me ha tocado?” La gente contestó esta pregunta
con una mirada de asombro. Como se le codeaba de todos lados, y
se le empujaba rudamente de aquí para allá parecía una pregunta
extraña.
Pedro, siempre listo para hablar, dijo: “Maestro, la compañía te
aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?” Jesús
contestó: “Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha
salido virtud de mí.” El Salvador podía distinguir el toque de la fe del
contacto casual de la muchedumbre desprevenida. Una confianza tal
no debía pasar sin comentario. El quería dirigir a la humilde mujer
palabras de consuelo que fuesen para ella un manantial de gozo;
palabras que fuesen una bendición para sus discípulos hasta el fin
del tiempo.
Mirando hacia la mujer, Jesús insistió en saber quién le había
tocado. Hallando que era vano tratar de ocultarse, ella se adelantó
temblorosa, y se echó a los pies de Jesús. Con lágrimas de agradeci-
miento, relató la historia de sus sufrimientos y cómo había hallado
alivio. Jesús le dijo amablemente: “Hija, tu fe te ha salvado: ve en
paz.” El no dió oportunidad a que la superstición proclamase que
había una virtud sanadora en el mero acto de tocar sus vestidos. No
era mediante el contacto exterior con él, sino por medio de la fe que
se aferraba a su poder divino, cómo se había realizado la curación.
La muchedumbre maravillada que se agolpaba en derredor de
Cristo no sentía la manifestación del poder vital. Pero cuando la
mujer enferma extendió la mano para tocarle, creyendo que sería
sanada, sintió la virtud sanadora. Así es también en las cosas espiri-
tuales. El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre
del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que
le acepta simplemente como Salvador del mundo, no puede traer sa-
nidad al alma. La fe salvadora no es un mero asentimiento intelectual
a la verdad. El que aguarda hasta tener un conocimiento completo
antes de querer ejercer fe, no puede recibir bendición de Dios. No es
suficiente creer
acerca de
Cristo; debemos creer
en
él. La única fe
que nos beneficiará es la que le acepta a él como Salvador personal;
que nos pone en posesión de sus méritos. Muchos estiman que la fe
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es una opinión. La fe salvadora es una transacción por la cual los que
reciben a Cristo se unen con Dios mediante un pacto. La fe genuina