Página 336 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
medios en nuestras manos. Como Andrés al mirar los cinco panes
de cebada y los dos pececillos, exclamamos: “¿Qué son éstos para
tantos?” Con frecuencia, vacilamos, nada dispuestos a dar todo lo
que tenemos, temiendo gastar y ser gastados para los demás. Pero
Jesús nos ha ordenado: “Dadles
vosotros
de comer.” Su orden es una
promesa; y la apoya el mismo poder que alimentó a la muchedumbre
a orillas del mar.
El acto de Cristo al suplir las necesidades temporales de una
muchedumbre hambrienta, entraña una profunda lección espiritual
para todos los que trabajan para él. Cristo recibía del Padre; él
impartía a los discípulos; ellos impartían a la multitud; y las personas
unas a otras. Así, todos los que están unidos a Cristo, recibirán de él
el pan de vida, el alimento celestial, y lo impartirán a otros.
Confiando plenamente en Dios, Jesús tomó la pequeña provisión
de panes; y aunque constituía una pequeña porción para su propia
familia de discípulos, no los invitó a ellos a comer, sino que empezó
a distribuirles el alimento, ordenándoles que sirviesen a la gente. El
alimento se multiplicaba en sus manos; y las de los discípulos no
estaban nunca vacías al extenderse hacia Cristo, que es él mismo el
pan de vida. La pequeña provisión bastó para todos. Después que las
necesidades de la gente quedaron suplidas, los fragmentos fueron
recogidos, y Cristo y sus discípulos comieron juntos el alimento
precioso proporcionado por el Cielo.
Los discípulos eran el medio de comunicación entre Cristo y la
gente. Esto debe ser de gran estímulo para sus discípulos de hoy.
Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza. Sus discípulos
han de recibir de él sus provisiones. Los más inteligentes, los mejor
dispuestos espiritualmente, pueden otorgar a otros solamente lo que
reciben. De sí mismos, no pueden suplir en nada las necesidades
del alma. Podemos impartir únicamente lo que recibimos de Cristo;
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y podemos recibir únicamente a medida que impartimos a otros.
A medida que continuamos impartiendo, continuamos recibiendo;
y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos. Así podemos
constantemente creer, confiar, recibir e impartir.
La obra de fomentar el reino de Cristo irá adelante, aunque
por todas las apariencias progrese lentamente y las imposibilidades
parezcan testificar contra su progreso. La obra es de Dios, y él
proporcionará los recursos y mandará quienes ayuden, discípulos