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El Deseado de Todas las Gentes
triviales, en observar lo que Dios no había pedido, su atención era
desviada de los grandes principios de la ley.
Cristo y sus discípulos no observaban estos lavamientos cere-
moniales y los espías hicieron de esta negligencia la base de su
acusación. No hicieron, sin embargo, un ataque directo contra Cris-
to, sino que vinieron a él con una crítica referente a sus discípulos.
En presencia de la muchedumbre, dijeron: “¿Por qué tus discípulos
traspasan la tradición de los ancianos? porque no se lavan las manos
cuando comen pan.”
Siempre que el mensaje de la verdad llega a las almas con poder
especial, Satanás excita a sus agentes para que provoquen alguna
disputa referente a alguna cuestión de menor importancia. Así trata
de distraer la atención de la cuestión verdadera. Siempre que se inicia
una buena obra, hay maquinadores listos para entrar en disputa sobre
cuestiones de forma o detalles técnicos, para apartar la mente de las
realidades vivas. Cuando es evidente que Dios está por obrar de una
manera especial en favor de su pueblo, no debe éste dejarse arrastrar
a una controversia que ocasionará tan sólo la ruina de las almas. Las
cuestiones que más nos preocupan son: ¿Creo yo con fe salvadora
en el Hijo de Dios? ¿Está mi vida en armonía con la ley divina? “El
que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al
Hijo, no verá la vida.” “Y en esto sabemos que nosotros le hemos
conocido, si guardamos sus mandamientos.
Jesús no intentó defenderse a sí mismo o a sus discípulos. No
aludió a las acusaciones dirigidas contra él, sino que procedió a
desenmascarar el espíritu que impulsaba a estos defensores de los
ritos humanos. Les dió un ejemplo de lo que estaban haciendo
constantemente, y de lo que acababan de hacer antes de venir a
buscarle. “Bien invalidáis—les dijo,—el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y
a tu madre, y: El que maldijere al padre o a la madre, morirá de
muerte. Y vosotros decís: Basta si dijere un hombre al padre o a
la madre: Es Corbán (quiere decir, don mío a Dios) todo aquello
con que pudiera valerte; y no le dejáis hacer más por su padre o
por su madre.” Desechaban el quinto mandamiento como si no
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tuviese importancia, pero eran muy meticulosos para cumplir las
tradiciones de los ancianos. Enseñaban a la gente que el consagrar
su propiedad al templo era un deber más sagrado aún que el sostén