Página 367 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Barreras quebrantadas
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Este fué el único milagro que Jesús realizó durante este viaje. Pa-
ra ejecutar este acto había ido a los confines de Tiro y Sidón. Deseaba
socorrer a la mujer afligida y al mismo tiempo dar un ejemplo de su
obra de misericordia hacia un miembro de un pueblo despreciado,
para beneficio de sus discípulos cuando no estuviese más con ellos.
Deseaba sacarlos de su exclusividad judaica e interesarlos en el
trabajo por los que no fuesen de su propio pueblo.
Jesús anhelaba revelar los profundos misterios de la verdad que
habían quedado ocultos durante siglos, a fin de que los gentiles fue-
sen coherederos con los judíos y “consortes de su promesa en Cristo
por el evangelio.
Los discípulos tardaron mucho en aprender esta
verdad, y el Maestro divino les dió lección tras lección. Al recom-
pensar la fe del centurión en Capernaúm y al predicar el Evangelio
a los habitantes de Sicar, había demostrado ya que no compartía la
intolerancia de los judíos. Pero los samaritanos tenían cierto cono-
cimiento de Dios; y el centurión había manifestado bondad hacia
Israel. Ahora Jesús relacionó a los discípulos con una pagana a quien
ellos consideraban tan desprovista como cualquiera de su pueblo de
motivos para esperar favores de él. Quiso dar un ejemplo de cómo
debía tratarse a una persona tal. Los discípulos habían pensado que
él dispensaba demasiado libremente los dones de su gracia. Quería
mostrarles que su amor no había de limitarse a raza o nación alguna.
Cuando dijo: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la
casa de Israel,” dijo la verdad, y en su obra en favor de la mujer
cananea cumplió su comisión. Esta mujer era una de las ovejas
perdidas que Israel debiera haber rescatado. Esta era la obra que
había sido asignada a Israel, la obra que había descuidado, la obra
que Cristo estaba haciendo.
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Este acto reveló con mayor plenitud a los discípulos la labor que
les esperaba entre los gentiles. Vieron un amplio campo de utilidad
fuera de Judea. Vieron almas que sobrellevaban tristezas desconoci-
das para los que eran más favorecidos. Entre aquellos a quienes se
les había enseñado a despreciar, había almas que anhelaban la ayuda
del gran Médico y que tenían hambre por la luz de la verdad que
había sido dada en tanta abundancia a los judíos.
Después, cuando los judíos se apartaron con mayor insistencia de
los discípulos, porque estos declaraban que Jesús era el Salvador del
mundo, y cuando el muro de separación entre judíos y gentiles fué