Capítulo 5—La dedicación
Este capítulo está basado en Lucas 2:21-38.
Como cuarenta días después del nacimiento de Jesús, José y
María le llevaron a Jerusalén, para presentarle al Señor y ofrecer
sacrificio. Ello estaba de acuerdo con la ley judaica, y como substi-
tuto del hombre, Jesús debía conformarse a la ley en todo detalle.
Ya había sido sometido al rito de la circuncisión, en señal de su
obediencia a la ley.
Como ofrenda a favor de la madre, la ley exigía un cordero de
un año como holocausto, y un pichón de paloma como ofrenda por
el pecado. Pero la ley estatuía que si los padres eran demasiado
pobres para traer un cordero, podía aceptarse un par de tórtolas o de
pichones de palomas, uno para holocausto y el otro como ofrenda
por el pecado.
Las ofrendas presentadas al Señor debían ser sin mácula. Estas
ofrendas representaban a Cristo, y por ello es evidente que Jesús
mismo estaba exento de toda deformidad física. Era el “cordero sin
mancha y sin contaminación.
Su organismo físico no era afeado
por defecto alguno; su cuerpo era sano y fuerte. Y durante toda su
vida vivió en conformidad con las leyes de la naturaleza. Tanto física
como espiritualmente, era un ejemplo de lo que Dios quería que
fuese toda la humanidad mediante la obediencia a sus leyes.
La dedicación de los primogénitos se remontaba a los primeros
tiempos. Dios había prometido el Primogénito del cielo para salvar
al pecador. Este don debía ser reconocido en toda familia por la
consagración del primer hijo. Había de ser dedicado al sacerdocio,
como representante de Cristo entre los hombres.
Cuando Israel fué librado de Egipto, la dedicación de los primo-
génitos fué ordenada de nuevo. Mientras los hijos de Israel servían
a los egipcios, el Señor indicó a Moisés que fuera al rey de Egipto
y le dijera: “Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.
Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me sirva, mas no has
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