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El Deseado de Todas las Gentes
rodado. Pedro no era la roca sobre la cual se fundaría la iglesia.
Las puertas del infierno prevalecieron contra él cuando negó a su
Señor con imprecaciones y juramentos. La iglesia fué edificada sobre
Aquel contra quien las puertas del infierno no podían prevalecer.
Siglos antes del advenimiento del Salvador, Moisés había señala-
do la roca de la salvación de Israel. El salmista había cantado acerca
de “la roca de mi fortaleza.” Isaías había escrito: “Por tanto, el Señor
Jehová dice así: He aquí que yo fundo en Sión una piedra, piedra de
fortaleza, de esquina, de precio, de cimiento estable.
Pedro mismo,
escribiendo por inspiración, aplica esta profecía a Jesús. Dice: “Si
habéis gustado y probado que es bueno el Señor. Allegándoos a él,
como a piedra viva, rechazada en verdad de los hombres, mas para
con Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas,
sois edificados en un templo espiritual.
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está
puesto, el cual es Jesucristo.
“Sobre esta piedra—dijo Jesús,—
edificaré mi iglesia.” En la presencia de Dios y de todos los seres
celestiales, en la presencia del invisible ejército del infierno, Cristo
fundó su iglesia sobre la Roca viva. Esa Roca es él mismo—su
propio cuerpo quebrantado y herido por nosotros. Contra la iglesia
edificada sobre ese fundamento, no prevalecerán las puertas del
infierno.
Cuán débil parecía la iglesia cuando Cristo pronunció estas pala-
bras. Se componía apenas de un puñado de creyentes contra quienes
se dirigía todo el poder de los demonios y de los hombres malos; sin
embargo, los discípulos de Cristo no debían temer. Edificados sobre
la Roca de su fortaleza, no podían ser derribados.
Durante seis mil años, la fe ha edificado sobre Cristo. Durante
seis mil años, las tempestades y los embates de la ira satánica han
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azotado la Roca de nuestra salvación; pero ella sigue inconmovible.
Pedro había expresado la verdad que es el fundamento de la fe
de la iglesia, y Jesús le honró como representante de todo el cuerpo
de los creyentes. Dijo: “A ti daré las llaves del reino de los cielos;
y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo
que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”
“Las llaves del reino de los cielos” son las palabras de Cristo.
Todas las palabras de la Santa Escritura son suyas y están incluídas
en esa frase. Esas palabras tienen poder para abrir y cerrar el cielo.