Previsiones de la cruz
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Declaran las condiciones bajo las cuales los hombres son recibidos
o rechazados. Así la obra de aquellos que predican la Palabra de
Dios tiene sabor de vida para vida o de muerte para muerte. La suya
es una misión cargada de resultados eternos.
El Salvador no confió la obra del Evangelio a Pedro individual-
mente. En una ocasión ulterior, repitiendo las palabras que fueron
dichas a Pedro, las aplicó directamente a la iglesia. Y lo mismo fué
dicho en substancia también a los doce como representantes del cuer-
po de creyentes. Si Jesús hubiese delegado en uno de los discípulos
alguna autoridad especial sobre los demás, no los encontraríamos
contendiendo con tanta frecuencia acerca de quién sería el mayor.
Se habrían sometido al deseo de su Maestro y habrían honrado a
aquel a quien él hubiese elegido.
En vez de nombrar a uno como su cabeza, Cristo dijo de los
discípulos: “No queráis ser llamados Rabbí;” “ni seáis llamados
maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
“Cristo es la cabeza de todo varón.” Dios, quien puso todas
las cosas bajo los pies del Salvador, “diólo por cabeza sobre todas
las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel
que hinche todas las cosas en todos.
La iglesia está edificada
sobre Cristo como su fundamento; ha de obedecer a Cristo como su
cabeza. No debe depender del hombre, ni ser regida por el hombre.
Muchos sostienen que una posición de confianza en la iglesia les da
autoridad para dictar lo que otros hombres deben creer y hacer. Dios
no sanciona esta pretensión. El Salvador declara: “Todos vosotros
sois hermanos.” Todos están expuestos a la tentación y pueden errar.
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No podemos depender de ningún ser finito para ser guiados. La Roca
de la fe es la presencia viva de Cristo en la iglesia. De ella puede
depender el más débil, y los que se creen los más fuertes resultarán
los más débiles, a menos que hagan de Cristo su eficiencia. “Maldito
el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo.” El
Señor “es la Roca, cuya obra es perfecta.” “Bienaventurados todos
los que en él confían.
Después de la confesión de Pedro, Jesús encargó a los discípulos
que a nadie dijeran que él era el Cristo. Este encargo fué hecho por
causa de la resuelta oposición de los escribas y fariseos. Aun más,
la gente y los discípulos mismos tenían un concepto tan falso del
Mesías, que el anunciar públicamente su venida no les daría una