Página 384 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Cristo; para que también en la revelación de su gloria os gocéis en
triunfo.
Jesús explicó entonces a sus discípulos que su propia vida de
abnegación era un ejemplo de lo que debía ser la de ellos. Llamando
a su derredor juntamente con sus discípulos a la gente que había per-
manecido cerca, dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.” La cruz iba asociada
con el poder de Roma. Era el instrumento del suplicio mortal más
cruel y humillante. Se obligaba a los más bajos criminales a que lle-
vasen la cruz hasta el lugar de su ejecución; y con frecuencia, cuando
se la estaban por poner sobre los hombros, resistían con desesperada
violencia, hasta que quedaban dominados y se ataba sobre ellos el
instrumento de tortura. Pero Jesús ordenaba a sus discípulos que
tomaran la cruz para llevarla en pos de él. Para los discípulos, sus
palabras, aunque vagamente comprendidas, señalaban su sumisión a
la más acerba humillación, una sumisión hasta la muerte por causa
de Cristo. El Salvador no podría haber descrito una entrega más
completa. Pero todo esto él lo había aceptado por ellos. Jesús no
reputó el cielo como lugar deseable mientras estábamos perdidos.
El dejó los atrios celestiales, para venir a llevar una vida de oprobios
e insultos, y soportar una muerte ignominiosa. El que era rico en
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los inestimables tesoros del cielo se hizo pobre, a fin de que por su
pobreza fuésemos enriquecidos. Hemos de seguir la senda que él
pisó.
El amor hacia las almas por las cuales Cristo murió significa
crucificar al yo. El que es hijo de Dios debe desde entonces consi-
derarse como eslabón de la cadena arrojada para salvar al mundo.
Es uno con Cristo en su plan de misericordia y sale con él a buscar
y salvar a los perdidos. El cristiano ha de comprender siempre que
se ha consagrado a Dios y que en su carácter ha de revelar a Cristo
al mundo. La abnegación, la simpatía y el amor manifestados en la
vida de Cristo han de volver a aparecer en la vida del que trabaja
para Dios.
“El que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere
su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.” El egoísmo es
muerte. Ningún órgano del cuerpo podría vivir si limitase su servicio
a sí mismo. Si el corazón dejase de mandar sangre a la mano y a
la cabeza, no tardaría en perder su fuerza. Así como nuestra sangre