“Nada os será imposible”
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“Si puedes algo, ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros.”
¡Cuántas almas cargadas por el pecado han repetido esta oración! Y
para todas, la respuesta del Salvador compasivo es: “Si puedes creer,
al que cree todo es posible.” Es la fe la que nos une con el Cielo y
nos imparte fuerza para luchar con las potestades de las tinieblas.
En Cristo, Dios ha provisto medios para subyugar todo rasgo peca-
minoso y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos
sienten que les falta la fe, y por lo tanto permanecen lejos de Cristo.
Confíen estas almas desamparadas e indignas en la misericordia
de su Salvador compasivo. No se miren a sí mismas, sino a Cristo.
El que sanó al enfermo y echó a los demonios cuando estaba entre
los hombres es hoy el mismo Redentor poderoso. La fe viene por
la palabra de Dios. Entonces aceptemos la promesa: “Al que a mí
viene, no le echo fuera.
Arrojémonos a sus pies clamando: “Creo,
ayuda mi incredulidad.” Nunca pereceremos mientras hagamos esto,
nunca.
En corto tiempo, los discípulos favorecidos habían contemplado
los extremos de la gloria y de la humillación. Habían visto a la huma-
nidad transfigurada a la imagen de Dios y degradada a semejanza de
Satanás. De la montaña donde había conversado con los mensajeros
celestiales y había sido proclamado Hijo de Dios por la voz de la
radiante gloria, habían visto a Jesús descender para hacer frente al
espectáculo angustioso y repugnante del joven endemoniado, con
rostro desencajado, que hacía crujir los dientes en espasmos de una
agonía que ningún poder humano podía aliviar. Y este poderoso
Redentor, que tan sólo unas horas antes estuvo glorificado delante de
sus discípulos asombrados, se inclinó para levantar a la víctima de
Satanás de la tierra donde se revolcaba y devolverla, sana de mente
y cuerpo, a su padre y a su hogar.
Esta era una lección objetiva de la redención: el Ser Divino pro-
cedente de la gloria del Padre, se detenía para salvar a los perdidos.
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Representaba también la misión de los discípulos. La vida de los
siervos de Cristo no ha de pasarse sólo en la cumbre de la montaña
con Jesús, en horas de iluminación espiritual. Tienen trabajo que
hacer en la llanura. Las almas que Satanás ha esclavizado están
esperando la palabra de fe y oración que las liberte.
Los nueve discípulos estaban todavía pensando en su amargo fra-
caso; y cuando Jesús estuvo otra vez solo con ellos, le preguntaron: