Página 40 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Santo era sobre él. Y había recibido respuesta del Espíritu Santo,
que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.”
Al entrar Simeón en el templo, vió a una familia que presentaba
su primogénito al sacerdote. Su aspecto indicaba pobreza; pero
Simeón comprendió las advertencias del Espíritu, y tuvo la profunda
impresión de que el niño presentado al Señor era la Consolación
de Israel, Aquel a quien tanto había deseado ver. Para el sacerdote
asombrado, Simeón era un hombre arrobado en éxtasis. El niño
había sido devuelto a María, y él lo tomó en sus brazos y lo presentó
a Dios, mientras que inundaba su alma un gozo que nunca sintió
antes. Mientras elevaba al Niño Salvador hacia el cielo, exclamó:
“Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz;
porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has aparejado en
presencia de todos los pueblos; luz para ser revelada a los Gentiles,
y la gloria de tu pueblo Israel.”
El espíritu de profecía estaba sobre este hombre de Dios, y mien-
tras que José y María permanecían allí, admirados de sus palabras,
los bendijo, y dijo a María: “He aquí, éste es puesto para caída y
para levantamiento de muchos en Israel; y para señal a la que será
contradicho [blanco de contradicción, V.M.]; y una espada traspasará
tu alma de ti misma, para que sean manifestados los pensamientos
de muchos corazones.”
También Ana la profetisa vino y confirmó el testimonio de Si-
meón acerca de Cristo. Mientras hablaba Simeón, el rostro de ella se
iluminó con la gloria de Dios, y expresó su sentido agradecimiento
por habérsele permitido contemplar a Cristo el Señor.
Estos humildes adoradores no habían estudiado las profecías en
vano. Pero los que ocupaban los puestos de gobernantes y sacerdotes
en Israel, aunque habían tenido delante de sí los preciosos oráculos
proféticos, no andaban en el camino del Señor, y sus ojos no estaban
abiertos para contemplar la Luz de la vida.
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Así sucede todavía. Pasan inadvertidos para los dirigentes reli-
giosos y para los que adoran en la casa de Dios, acontecimientos en
los cuales se concentra la atención de todo el cielo. Los hombres
reconocen a Cristo en la historia mientras se apartan del Cristo vi-
viente. El Cristo que en su Palabra invita a la abnegación, el que está
en los pobres y dolientes que suplican ayuda, en la causa justa que