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El Deseado de Todas las Gentes
reprensión de Jesús: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que
haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.”
Ninguno de los que en alguna forma se manifestaban amistosos con
Cristo debía ser repelido. Había muchos que estaban profundamente
conmovidos por el carácter y la obra de Cristo y cuyo corazón se
estaba abriendo a él con fe; y los discípulos, que no podían discernir
los motivos, debían tener cuidado de no desalentar a esas almas.
Cuando Jesús ya no estuviese personalmente entre ellos y la obra
quedase en sus manos, no debían participar de un espíritu estrecho y
exclusivista, sino manifestar la misma abarcante simpatía que habían
visto en su Maestro.
El hecho de que alguno no obre en todas las cosas conforme a
nuestras ideas y opiniones personales no nos justifica para prohi-
birle que trabaje para Dios. Cristo es el gran Maestro; nosotros no
hemos de juzgar ni dar órdenes, sino que cada uno debe sentarse con
humildad a los pies de Jesús y aprender de él. Cada alma a la cual
Dios ha hecho voluntaria es un conducto por medio del cual Cristo
revelará su amor perdonador. ¡Cuán cuidadosos debemos ser para
no desalentar a uno de los que transmiten la luz de Dios, a fin de no
interceptar los rayos que él quiere hacer brillar sobre el mundo!
La dureza y frialdad manifestadas por un discípulo hacia una
persona a la que Cristo estaba atrayendo—un acto como el de Juan al
prohibir a otro que realizase milagros en nombre de Cristo,—podía
desviar sus pies por la senda del enemigo y causar la pérdida de un
alma. Jesús dijo que antes de hacer una cosa semejante, “mejor le
fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y fuera echado en
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la mar.” Y añadió: “Y si tu mano te escandalizare, córtala; mejor te
es entrar a la vida manco, que teniendo dos manos ir a la Gehenna,
al fuego que no puede ser apagado. Y si tu pie te fuere ocasión de
caer, córtalo: mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies
ser echado en la Gehenna.”
¿Por qué empleó Jesús este lenguaje vehemente, que no podría
haber sido más enérgico? Porque “el Hijo del hombre vino a salvar
lo que se había perdido.” ¿Habrán de tener sus discípulos menos
consideración hacia las almas de sus semejantes que la manifestada
por la Majestad del cielo? Cada alma costó un precio infinito, y
¡cuán terrible es el pecado de apartar un alma de Cristo de manera