Página 405 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

¿Quién es el mayor?
401
que para ella el amor, la humillación y la agonía del Salvador hayan
sido vanos!
“¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que
vengan escándalos.” El mundo, inspirado por Satanás, se opondrá
seguramente a los que siguen a Cristo y tratará de destruir su fe; pero
¡ay de aquel que lleve el nombre de Cristo, y sin embargo sea hallado
haciendo esta obra! Nuestro Señor queda avergonzado por aquellos
que aseveran servirle, pero representan falsamente su carácter; y
multitudes son engañadas, y conducidas por sendas falsas.
Cualquier hábito o práctica que pueda inducir a pecar y atraer
deshonra sobre Cristo, debe ser desechado cueste lo que costare.
Lo que deshonra a Dios no puede beneficiar al alma. La bendición
del Cielo no puede acompañar a un hombre que viole los eternos
principios de la justicia. Y un pecado acariciado es suficiente para
realizar la degradación del carácter y extraviar a otros. Si para salvar
el cuerpo de la muerte uno se cortaría un pie o una mano, o aun se
arrancaría un ojo, ¡con cuánto más fervor deberíamos desechar el
pecado, que trae muerte al alma!
En el ceremonial del templo, se añadía sal a todo sacrificio. Esto,
como la ofrenda del incienso, significaba que únicamente la justicia
de Cristo podía hacer el culto aceptable para Dios. Refiriéndose
a esta práctica dijo Jesús: “Todo sacrificio será salado con sal.”
“Tened sal en vosotros, y paz unos con otros.” Todos los que quieran
presentarse “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
deben
recibir la sal que salva, la justicia de nuestro Salvador. Entonces
[407]
vienen a ser “la sal de la tierra,
que restringe el mal entre los
hombres, como la sal preserva de la corrupción. Pero si la sal ha
perdido su sabor; si no hay más que una profesión de piedad, sin el
amor de Cristo, no hay poder para lo bueno. La vida no puede ejercer
influencia salvadora sobre el mundo. Vuestra energía y eficiencia en
la edificación de mi reino—dice Jesús,—dependen de que recibáis
mi Espíritu. Debéis participar de mi gracia, a fin de ser sabor de vida
para vida. Entonces no habrá rivalidad ni esfuerzo para complacerse
a sí mismo, ni se deseará el puesto más alto. Poseeréis ese amor que
no busca lo suyo, sino que otro se enriquezca.
Fije el pecador arrepentido sus ojos en “el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo;” y contemplándolo, se transformará. Su
temor se trueca en gozo, sus dudas en esperanza. Brota la gratitud.