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El Deseado de Todas las Gentes
cuidaba las ovejas de su padre, cuando el joven David, sin ayuda,
hacía frente al león y al oso, y arrebataba de entre sus colmillos el
cordero robado.
Mientras el pastor guía su rebaño por sobre las colinas rocosas,
a través de los bosques y de las hondonadas desiertas, a los rincones
cubiertos de pastos junto a la ribera de los ríos; mientras lo cuida en
las montañas durante las noches solitarias, lo protege de los ladrones
y con ternura atiende a las enfermizas y débiles, su vida se unifica
con la de sus ovejas. Un fuerte lazo de cariño lo une a los objetos
de su cuidado. Por grande que sea su rebaño, él conoce cada oveja.
Cada una tiene su nombre, al cual responde cuando la llama el pastor.
Como un pastor terrenal conoce sus ovejas, así el divino Pastor
conoce su rebaño, esparcido por el mundo. “Y vosotras, ovejas mías,
ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice el Señor
Jehová.” Jesús dice: “Te puse nombre, mío eres tú.” “He aquí que en
las palmas te tengo esculpida.
Jesús nos conoce individualmente, y se conmueve por el sen-
timiento de nuestras flaquezas. Nos conoce a todos por nombre.
Conoce la casa en que vivimos, y el nombre de cada ocupante. Dió
a veces instrucciones a sus siervos para que fueran a cierta calle en
cierta ciudad, a tal casa, para hallar a una de sus ovejas.
Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fue-
ra la única por la cual el Salvador murió. Las penas de cada uno
conmueven su corazón. El clamor por auxilio penetra en su oído.
El vino para atraer a todos los hombres a sí. Los invita: “Seguid-
me,” y su Espíritu obra en sus corazones para inducirlos a venir a
él. Muchos rehusan ser atraídos. Jesús conoce quiénes son. Sabe
también quiénes oyen alegremente u llamamiento y están listos para
colocarse bajo su cuidado pastoral. El dice: “Mis ovejas oyen mi
voz, y yo las conozco, y me siguen.” Cuida a cada una como si no
hubiera otra sobre la haz de la tierra.
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“A sus ovejas llama por nombre, y las saca; ... y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz.” Los pastores orientales no arrean
sus ovejas. No se valen de la fuerza o del miedo, sino que van delante
y las llaman. Ellas conocen su voz, y obedecen el llamado. Así hace
con sus ovejas el Salvador y Pastor. La Escritura dice: “Condujiste
a tu pueblo como ovejas, por mano de Moisés y de Aarón.” Por el
profeta, Jesús declara: “Con amor eterno te he amado; por tanto te