Página 445 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El divino pastor
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soporté con misericordia.” El no obliga a nadie a seguirle. “Con
cuerdas humanas los traje—dice,—con cuerdas de amor.
No es el temor al castigo, o la esperanza de la recompensa eterna,
lo que induce a los discípulos de Cristo a seguirle. Contemplan el
amor incomparable del Salvador, revelado en su peregrinación en
la tierra, desde el pesebre de Belén hasta la cruz del Calvario, y la
visión del Salvador atrae, enternece y subyuga el alma. El amor se
despierta en el corazón de los que lo contemplan. Ellos oyen su voz,
y le siguen.
Como el pastor va delante de sus ovejas y es el primero que
hace frente a los peligros del camino, así hace Jesús con su pueblo.
“Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas.” El
camino al cielo está consagrado por las huellas del Salvador. La
senda puede ser empinada y escabrosa, pero Jesús ha recorrido ese
camino; sus pies han pisado las crueles espinas, para hacernos más
fácil el camino. El mismo ha soportado todas las cargas que nosotros
estamos llamados a soportar.
Aunque ascendió a la presencia de Dios y comparte el trono
del universo, Jesús no ha perdido nada de su naturaleza compasiva.
Hoy el mismo tierno y simpatizante corazón está abierto a todos los
pesares de la humanidad. Hoy las manos que fueron horadadas se
extienden para bendecir abundantemente a su pueblo que está en el
mundo. “No perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi
mano.” El alma que se ha entregado a Cristo es más preciosa a sus
ojos que el mundo entero. El Salvador habría pasado por la agonía
del Calvario para que uno solo pudiera salvarse en su reino. Nunca
abandona a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores
escojan abandonarle, él los sostendrá siempre.
En todas nuestras pruebas, tenemos un Ayudador que nunca
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nos falta. El no nos deja solos para que luchemos con la tentación,
batallemos contra el mal, y seamos finalmente aplastados por las
cargas y tristezas. Aunque ahora esté oculto para los ojos mortales, el
oído de la fe puede oír su voz que dice: No temas; yo estoy contigo.
Yo soy “el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos
de siglos.
He soportado vuestras tristezas, experimentado vuestras
luchas, y hecho frente a vuestras tentaciones. Conozco vuestras
lágrimas; yo también he llorado. Conozco los pesares demasiado
hondos para ser susurrados a ningún oído humano. No penséis que