Página 450 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
cia por los judíos, a quienes ellos aborrecían con acerbo odio. Si él
hubiese venido a restaurar el templo y el culto en el monte Gerizim,
le hubieran recibido alegremente; pero iba en camino a Jerusalén,
y no quisieron darle hospitalidad. ¡Cuán poco comprendieron que
estaban cerrando sus puertas al mejor don del cielo! Jesús invitaba
a los hombres a recibirle, les pedía favores, para poder acercarse a
ellos y otorgarles las más ricas bendiciones. Por cada favor que se le
hacía, devolvía una merced más valiosa. Pero aquellos samaritanos
lo perdieron todo por su prejuicio y fanatismo.
Santiago y Juan, los mensajeros de Cristo, se sintieron vejados
por el insulto inferido a su Señor. Se llenaron de indignación porque
él había sido tratado tan rudamente por los samaritanos a quienes
estaba honrando con su presencia. Poco antes, habían estado con él
en el monte de la transfiguración, y le habían visto glorificado por
Dios y honrado por Moisés y Elías. Pensaban que esta manifiesta
deshonra de parte de los samaritanos, no debía pasarse por alto sin
un notable castigo.
Al volver a Cristo, le comunicaron las palabras de los habitantes
del pueblo, diciéndole que habían rehusado darle siquiera albergue
para la noche. Pensaban que se le había hecho un enorme agravio, y
al ver en lontananza el monte Carmelo, donde Elías había matado a
los falsos profetas, dijeron: “¿Quieres que mandemos que descienda
fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?” Se sorprendieron
cuando vieron que Jesús se apenaba por sus palabras, y se sorpren-
dieron aun más cuando oyeron su reproche: “Vosotros no sabéis
de qué espíritu sois; porque el Hijo del hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres, sino para salvarlas.”
No es parte de la misión de Cristo obligar a los hombres a
recibirle. Satanás, y los hombres impulsados por su espíritu son
quienes procuran violentar las conciencias. Pretextando celo por la
justicia, los hombres que están confederados con los ángeles malos
acarrean sufrimientos a sus prójimos, a fin de convertirlos a sus
ideas religiosas; pero Cristo está siempre manifestando misericordia,
siempre procura conquistarlos por la revelación de su amor. El no
puede admitir un rival en el alma ni aceptar un servicio parcial;
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pero desea solamente un servicio voluntario, la entrega voluntaria
del corazón, bajo la compulsión del amor. No puede haber una
evidencia más concluyente de que poseemos el espíritu de Satanás