Página 474 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
quisieran ellos mismos ser tratados.
Padres, al educar a vuestros hijos, estudiad las lecciones que Dios
ha dado en la naturaleza. Si queréis cultivar un clavel, o una rosa, o
un lirio, ¿cómo lo hacéis? Preguntad al jardinero por medio de qué
proceso logra que prosperen gloriosamente toda rama y hoja y se
desarrollen con simetría y hermosura. El os dirá que no es mediante
un trato rudo ni un esfuerzo violento; porque eso no haría sino
romper los delicados tallos. Es por medio de pequeñas atenciones
repetidas con frecuencia. Riega el suelo y protege las crecientes
plantas del viento impetuoso y del sol abrasador, y Dios las hace
prosperar y florecer con hermosura. Al tratar con vuestros hijos,
seguid el método del jardinero. Por toques suaves, por un ministerio
amante, tratad de moldear su carácter según el carácter de Cristo.
Estimulad la expresión del amor hacia Dios y de unos hacia otros.
La razón por la cual hay tantos hombres y mujeres de corazón duro
en el mundo es porque el verdadero afecto ha sido considerado como
debilidad, y ha sido desalentado y reprimido. La mejor naturaleza
de estas personas fué ahogada en la infancia; y a menos que la
luz del amor divino derrita su frío egoísmo, su felicidad quedará
arruinada para siempre. Si queremos que nuestros hijos posean el
tierno espíritu de Jesús y la simpatía que los ángeles manifiestan por
nosotros, debemos estimular los impulsos generosos y amantes de
la infancia.
Enseñad a los niños a ver a Cristo en la naturaleza. Sacadlos al
aire libre, bajo los nobles árboles del huerto; y en todas las cosas
maravillosas de la creación enseñadles a ver una expresión de su
amor. Enseñadles que él hizo las leyes que gobiernan todas las
cosas vivientes, que él ha hecho leyes para nosotros, y que esas
leyes son para nuestra felicidad y nuestro gozo. No los canséis con
largas oraciones y tediosas exhortaciones, sino que por medio de las
lecciones objetivas de la naturaleza, enseñadles a obedecer la ley de
Dios.
A medida que os granjeéis su confianza en vosotros como discí-
pulos de Cristo, os será fácil enseñarles el gran amor con que nos
amó. Mientras tratéis de hacerles claras las verdades de la salvación
y los conduzcáis a Cristo como Salvador personal, los ángeles esta-
rán a vuestro lado. El Señor dará gracia a los padres y las madres
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