Página 475 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“Dejad los niños venir a mí”
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para que puedan interesar a sus pequeñuelos en la preciosa historia
del niño de Belén, quien es en verdad la esperanza del mundo.
Cuando Jesús dijo a sus discípulos que no impidiesen a los niños
que fueran a él, hablaba a los que le seguirían en todos los siglos, a
los dirigentes de la iglesia, a los ministros y sus ayudantes y a todos
los cristianos. Jesús está atrayendo a los niños y nos ordena: “Dejad
los niños venir a mí.” Es como si nos dijese: Vendrán a mí si no los
impedís.
No permitamos que nuestro carácter diferente del de Cristo le
represente falsamente. No apartemos a los pequeñuelos de él por
nuestra frialdad y dureza. No les hagamos nunca sentir que el cielo
no sería un lugar agradable para ellos si nosotros estuviésemos allí.
No hablemos de la religión como de algo que los niños no pueden
entender, ni obremos como si no esperásemos que ellos acepten a
Cristo en su infancia. No les demos la falsa impresión de que la
religión de Cristo es una religión lóbrega, y que al venir al Salvador
deben renunciar a todo lo que llena de gozo la vida.
A medida que el Espíritu Santo mueve los corazones de los
niños, cooperemos con su obra. Enseñémosles que el Salvador los
llama, que nada puede darle mayor gozo que el hecho de que ellos
se entreguen a él en la flor y frescura de sus años.
El Salvador considera con infinita ternura las almas que compró
con su propia sangre. Son la adquisición de su amor. Las mira
con anhelo indecible. Su corazón se siente atraído, no sólo a los
niños que mejor se conducen, sino a aquellos que han heredado
rasgos criticables de carácter. Muchos padres no comprenden cuánta
responsabilidad tienen ellos por estos rasgos de sus niños. No tienen
ternura y sabiduría para tratar con los que yerran, a quienes hicieron
lo que son. Jesús considera a estos niños con compasión. El puede
seguir de la causa al efecto.
El que trabaja para Cristo puede ser su agente para atraer a estos
niños al Salvador. Con sabiduría y tacto, puede ligarlos a su corazón,
puede darles valor y esperanza, y por la gracia de Cristo puede verlos
transformados en carácter de manera que se pueda decir de ellos:
“Porque de tales es el reino de Dios.”
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