Página 476 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 57—“Una cosa te falta”
Este capítulo está basado en Mateo 19:16-22; Marcos 10:17-22;
Lucas 18:18-23.
“Y Saliendo él para ir su camino, vino uno corriendo, e hincando
la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para
poseer la vida eterna?”
El joven que hizo esta pregunta era uno de los gobernantes. Tenía
grandes posesiones y ocupaba un cargo de responsabilidad. Había
visto el amor que Cristo manifestara hacia los niños que le trajeran;
cuán tiernamente los recibiera y alzara en sus brazos, y su corazón
ardía de amor por el Salvador. Sentía deseo de ser su discípulo. Se
había conmovido tan profundamente que mientras Cristo iba por
su camino, corrió tras él y arrodillándose a sus pies, le hizo con
sinceridad y fervor esa pregunta de suma importancia para su alma
y la de todo ser humano: “Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la
vida eterna?”
“¿Por qué me llamas bueno?—dijo Cristo.—Ninguno es bueno
sino uno, es a saber, Dios.” Jesús deseaba probar la sinceridad del
joven, y conseguir que expresara la manera en que lo consideraba
bueno. ¿Se daba cuenta de que Aquel a quien hablaba era el Hijo de
Dios? ¿Cuál era el verdadero sentimiento de su corazón?
Este príncipe tenía en alta estima su propia justicia. No suponía,
en realidad, que fuese deficiente en algo, pero no estaba completa-
mente satisfecho. Sentía la necesidad de algo que no poseía. ¿Podría
Jesús bendecirle como había bendecido a los niñitos y satisfacer la
necesidad de su alma?
En respuesta a su pregunta, Jesús le dijo que la obediencia a
los mandamientos de Dios era necesaria si quería obtener la vida
eterna; y citó varios de los mandamientos que muestran el deber
del hombre para con sus semejantes. La respuesta del príncipe fué
positiva: “Todo esto guardé desde mi juventud: ¿qué más me falta?”
Cristo miró al rostro del joven como si leyera su vida y escu-
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