“Lázaro, ven fuera”
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que él simpatizaría con ellas en su angustia; por lo tanto, no exigie-
ron urgentemente su presencia inmediata, sino que mandaron tan
sólo el confiado mensaje: “El que amas está enfermo.” Pensaron que
él respondería inmediatamente, y estaría con ellas tan pronto como
pudiese llegar a Betania.
Ansiosamente esperaron noticias de Jesús. Mientras había una
chispa de vida en su hermano, oraron y esperaron la venida de Jesús.
Pero el mensajero volvió sin él. Trajo, sin embargo, este mensaje:
“Esta enfermedad no es para muerte,” y se aferraron a la esperanza
de que Lázaro viviría. Con ternura trataron de dirigir palabras de
esperanza y aliento al enfermo casi inconsciente. Cuando Lázaro
murió, se quedaron amargamente desilusionadas; pero sentían la
gracia sostenedora de Cristo, y esto les impidió culpar en forma
alguna al Salvador.
Cuando Cristo oyó el mensaje, los discípulos pensaron que lo
había recibido fríamente. No manifestó el pesar que ellos esperaban
de él. Mirándolos a ellos dijo: “Esta enfermedad no es para muerte,
mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella.” Permaneció dos días en el lugar donde estaba. Esta dilación
era un misterio para los discípulos. De cuánto consuelo sería su
presencia para la familia afligida, pensaban. Era bien conocido por
los discípulos su intenso afecto hacia esa familia de Betania, y ellos
se sorprendían al ver que no respondía a la triste comunicación: “El
que amas está enfermo.”
Durante aquellos dos días Cristo pareció haberse olvidado del
caso; porque no habló de Lázaro. Los discípulos pensaban en Juan
el Bautista, precursor de Jesús. Se habían preguntado por qué Jesús,
que tenía el poder de realizar milagros admirables, había permitido
que Juan languideciera en la cárcel y muriese en forma violenta.
Ya que poseía tal poder, ¿por qué no había salvado Jesús la vida de
Juan? Esta pregunta la habían hecho con frecuencia los fariseos y
la presentaban como un argumento incontestable contra el aserto
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de Cristo de ser Hijo de Dios. El Salvador había advertido a sus
discípulos acerca de las pruebas, pérdidas y persecuciones. ¿Los
abandonaría en la prueba? Algunos se preguntaban si no habían esta-
do equivocados acerca de su misión. Todos estaban profundamente
perturbados.