Página 502 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Otra vez pareció renovarse la contienda en cuanto a cuál sería
el mayor, cuando Jesús, llamándolos a sí, dijo a los indignados
discípulos: “Sabéis que los que se ven ser príncipes entre las gentes,
se enseñorean de ellas, y los que entre ellas son grandes, tienen sobre
ellas potestad. Mas no será así entre vosotros.”
En los reinos del mundo, la posición significaba engrandecimien-
to propio. Se obligaba al pueblo a existir para beneficio de las clases
gobernantes. La influencia, la riqueza y la educación eran otros
tantos medios de dominar al vulgo para que sirviera a los dirigen-
tes. Las clases superiores debían pensar, decidir, gozar y gobernar;
las inferiores debían obedecer y servir. La religión, como todas las
demás cosas, era asunto de autoridad. Se esperaba que el pueblo
creyera y practicara lo que indicaran sus superiores. Se desconocía
totalmente el derecho del hombre como hombre, de pensar y obrar
por sí mismo.
Cristo estaba estableciendo un reino sobre principios diferentes.
El llamaba a los hombres, no a asumir autoridad, sino a servir, a
sobrellevar los fuertes las flaquezas de los débiles. El poder, la
posición, el talento y la educación, colocaban a su poseedor bajo una
obligación mayor de servir a sus semejantes. Aun al menor de los
discípulos de Cristo se dice: “Porque todas las cosas son por vuestra
causa.
“El hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y
para dar su vida en rescate por muchos.” Entre los discípulos, Cristo
era en todo sentido un guardián, un portador de cargas. El compartía
su pobreza, practicaba la abnegación personal en beneficio de ellos,
iba delante de ellos para allanar los lugares más difíciles, y pronto
iba a consumar su obra en la tierra entregando su vida. El principio
por el cual Cristo se regía debe regir a los miembros de la iglesia, la
cual es su cuerpo. El plan y fundamento de la salvación es el amor.
En el reino de Cristo los mayores son los que siguen el ejemplo dado
por él y actúan como pastores de su rebaño.
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Las palabras de Pablo revelan la verdadera dignidad y honra de
la vida cristiana: “Por lo cual, siendo libre para con todos, me he
hecho siervo de todos,” “no procurando mi propio beneficio, sino el
de muchos, para que sean salvos.
En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno
debe dominar otra mente, juzgar por otro, o prescribirle su deber.