La ley del nuevo reino
497
manos que pereció a espada; el otro, el que por más tiempo hubo de
soportar trabajos, vituperio y persecución.
“Mas el sentaros a mi mano derecha y a mi izquierda—continuó
Jesús,—no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está aparejado
de mi Padre.” En el reino de los cielos, no se alcanza la posición por
favoritismo. No se la gana ni se la recibe como un regalo arbitrario.
Es el resultado del carácter. La corona y el trono son las prendas de
una condición alcanzada; son las arras de la victoria sobre sí mismo
por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Largo tiempo después, cuando se había unido en simpatía con
Cristo por la participación de sus sufrimientos, el Señor le reveló
a Juan cuál es la condición de la proximidad en su reino. “Al que
venciere—dijo Cristo,—yo le daré que se siente conmigo en mi
trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en
su trono.” “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi
Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi
Dios, ... y mi nombre nuevo.
El apóstol Pablo escribió: “Porque
yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano.
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me
dará el Señor, juez justo, en aquel día.
El que estará más cerca de Cristo será el que en la tierra haya
bebido más hondamente del espíritu de su amor desinteresado—
amor que “no hace sinrazón, no se ensancha; ... no busca lo suyo,
no se irrita, no piensa el mal,
amor que mueve al discípulo como
movía al Señor, a dar todo, a vivir, trabajar y sacrificarse, aun hasta
la muerte, para la salvación de la humanidad. Este espíritu se puso
de manifiesto en la vida de Pablo. El dijo: “Porque para mí el
vivir es Cristo,” porque su vida revelaba a Cristo ante los hombres;
“y el morir es ganancia,”—ganancia para Cristo; la muerte misma
pondría de manifiesto el poder de su gracia y ganaría almas para él.
“Será engrandecido Cristo en mi cuerpo—dijo él,—o por vida, o por
muerte.
[504]
Cuando los diez se enteraron de la petición de Santiago y Juan, se
disgustaron mucho. El puesto más alto en el reino era precisamente
lo que cada uno estaba buscando para sí mismo, y se enojaron porque
los dos discípulos habían obtenido una aparente ventaja sobre ellos.