Capítulo 62—La fiesta en casa de Simón
Este capítulo está basado en Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-11; Lucas
7:36-50; Juan 11:55-57; 12:1-11.
SIMÓN de Betania era considerado discípulo de Jesús. Era
uno de los pocos fariseos que se habían unido abiertamente a los
seguidores de Cristo. Reconocía a Jesús como maestro y esperaba
que fuese el Mesías, pero no le había aceptado como Salvador.
Su carácter no había sido transformado; sus principios no habían
cambiado.
Simón había sido sanado de la lepra, y era esto lo que le había
atraído a Jesús. Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de
la última visita de Cristo a Betania ofreció un festín al Salvador y
a sus discípulos. Este festín reunió a muchos de los judíos. Había
entonces mucha excitación en Jerusalén. Cristo y su misión llamaban
la atención más que nunca antes. Aquellos que habían venido a la
fiesta vigilaban estrechamente sus movimientos, y algunos, con ojos
inamistosos.
El Salvador había llegado a Betania solamente seis días antes de
la Pascua, y de acuerdo con su costumbre había buscado descanso
en la casa de Lázaro. Los muchos viajeros que iban hacia la ciudad
difundieron las noticias de que él estaba en camino a Jerusalén y
pasaría el sábado en Betania. Había gran entusiasmo entre la gente.
Muchos se dirigieron a Betania, algunos llevados por la simpatía
para con Jesús, y otros por la curiosidad de ver al que había sido
resucitado.
Muchos esperaban oír de Lázaro una descripción maravillosa de
las escenas de ultratumba. Se sorprendían de que no les dijera nada.
Nada tenía él de esta naturaleza que decir. La Inspiración declara:
“Los muertos nada saben.... Su amor, y su odio y su envidia, feneció
ya.
Pero Lázaro tenía un admirable testimonio que dar respecto
a la obra de Cristo. Había sido resucitado con este propósito. Con
certeza y poder, declaraba que Jesús era el Hijo de Dios.
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