Página 545 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Cristo purifica de nuevo el templo
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Los judíos habían repetido a menudo esta profecía en las sinago-
gas aplicándola al Mesías venidero. Cristo era la piedra del ángulo
de la dispensación judaica y de todo el plan de la salvación. Los
edificadores judíos, los sacerdotes y gobernantes de Israel, estaban
rechazando ahora esta piedra fundamental. El Salvador les llamó
la atención a las profecías que debían mostrarles su peligro. Por
todos los medios a su alcance procuró exponerles la naturaleza de la
acción que estaban por realizar.
Y sus palabras tenían otro propósito. Al hacer la pregunta:
“Cuando viniere el Señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labra-
dores?” Cristo se proponía que los fariseos contestaran como lo
hicieron. Quería que ellos mismos se condenaran. Al no inducirlos
al arrepentimiento, sus amonestaciones sellarían su sentencia, y él
deseaba que ellos vieran que se habían acarreado su propia ruina. El
quería mostrarles cuán justo era Dios al privarlos de sus privilegios
nacionales, cosa que ya había empezado, y terminaría no solamente
con la destrucción de su templo y ciudad, sino con la dispersión de
la nación.
Los oyentes comprendieron la amonestación. Pero a pesar de la
sentencia que habían pronunciado sobre sí mismos, los sacerdotes
y gobernantes estaban dispuestos a completar el cuadro diciendo:
“Este es el heredero; venid, matémosle.” “Y buscando cómo echarle
mano, temieron al pueblo,” porque el sentimiento popular estaba en
favor de Cristo.
Al citar la profecía de la piedra rechazada, Cristo se refirió a un
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acontecimiento verídico de la historia de Israel. El incidente estaba
relacionado con la edificación del primer templo. Si bien es cierto
que tuvo una aplicación especial en ocasión del primer advenimiento
de Cristo, y debiera haber impresionado con una fuerza especial a los
judíos, tiene también una lección para nosotros. Cuando se levantó
el templo de Salomón, las inmensas piedras usadas para los muros y
el fundamento habían sido preparadas por completo en la cantera.
De allí se las traía al lugar de la edificación, y no había necesidad
de usar herramientas con ellas; lo único que tenían que hacer los
obreros era colocarlas en su lugar. Se había traído una piedra de un
tamaño poco común y de una forma peculiar para ser usada en el
fundamento; pero los obreros no podían encontrar lugar para ella, y
no querían aceptarla. Era una molestia para ellos mientras quedaba