Controversias
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Los saduceos rechazaban la enseñanza de Jesús. El estaba ani-
mado por un espíritu cuya manifestación en esta forma no querían
reconocer; y su enseñanza acerca de Dios y de la vida futura con-
tradecía sus teorías. Creían en Dios, como el único ser superior al
hombre; pero argüían que una providencia directora y una previsión
divina privarían al hombre del carácter de agente moral libre y le
degradarían a la posición de un esclavo. Creían que, habiendo creado
al hombre, Dios le había abandonado a sí mismo, independiente de
una influencia superior. Sostenían que el hombre estaba libre para
regir su propia vida y amoldar los acontecimientos del mundo; que
su destino estaba en sus propias manos. Negaban que el Espíritu de
Dios obrase por medio de los esfuerzos humanos o medios naturales.
Sin embargo, sostenían que, por el debido empleo de sus facultades
naturales, el hombre podía elevarse e ilustrarse; que por exigencias
rigurosas y austeras podía purificarse su vida.
Sus ideas acerca de Dios amoldaban su carácter. Como en su
opinión no tenía él interés en el hombre, tenían poca consideración
unos para con otros; había poca unión entre ellos. Rehusando reco-
nocer la influencia del Espíritu Santo sobre las acciones humanas,
carecían de su poder en sus vidas. Como el resto de los judíos, se
jactaban mucho de su derecho de nacimiento como hijos de Abrahán
y de su estricta adhesión a los requerimientos de la ley; pero es-
taban desprovistos del verdadero espíritu de la ley, así como de la
fe y benevolencia de Abrahán. Sus simpatías naturales eran muy
estrechas. Creían que era posible para todos los hombres conseguir
las comodidades y bendiciones de la vida; y sus corazones no se
conmovían por las necesidades y los sufrimientos ajenos. Vivían
para sí mismos.
Por sus palabras y obras, Cristo testificaba de un poder divino
que produce resultados sobrenaturales, de una vida futura más allá
de la presente, de Dios como Padre de los hijos de los hombres,
que siempre vela por sus intereses verdaderos. Revelaba la obra
del poder divino en la benevolencia y compasión que reprendía el
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carácter egoísta y exclusivo de los saduceos. Enseñaba que para el
bien temporal y eterno del hombre, Dios obra en el corazón por el
Espíritu Santo. Demostraba el error de confiar en el poder humano
para aquella transformación del carácter que puede ser realizada
únicamente por el Espíritu de Dios.