Controversias
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en todos ellos la presencia y el poder de Dios. Los hombres necesi-
tan reconocer a Dios como el Creador del universo, el que ordena
y ejecuta todas las cosas. Necesitan una visión más amplia de su
carácter y del misterio de sus agentes.
Cristo declaró a sus oyentes que si no hubiese resurrección de
los muertos, las Escrituras que profesaban creer no tendrían utilidad.
El dijo: “Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo
que os es dicho por Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y
el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?” Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos. Dios cuenta las cosas que no son como si fuesen.
El ve el fin desde el principio, y contempla el resultado de su obra
como si estuviese ya terminada. Los preciosos muertos, desdeAdán
hasta el último santo que muera, oirán la voz del Hijo de Dios, y
saldrán del sepulcro para tener vida inmortal. Dios será su Dios,
y ellos serán su pueblo. Habrá una relación íntima y tierna entre
Dios y los santos resucitados. Esta condición, que se anticipa en su
propósito, es contemplada por él como si ya existiese. Para él los
muertos viven.
Los saduceos fueron reducidos al silencio por las palabras de
Cristo. No le pudieron contestar. No había dicho una sola palabra de
la cual pudiesen aprovecharse para condenarle. Sus adversarios no
habían ganado nada, sino el desprecio del pueblo.
Sin embargo, los fariseos no desesperaban de inducirle a decir
algo que pudiesen usar contra él. Persuadieron a cierto sabio escriba
a que interrogase a Jesús acerca de cuál de los diez preceptos de la
ley tenía la mayor importancia.
Los fariseos habían exaltado los cuatro primeros mandamientos,
que señalaban el deber del hombre para con su Hacedor, como si
fuesen de mucho mayor consecuencia que los otros seis, que definen
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los deberes del hombre para con sus semejantes. Como resultado,
les faltaba piedad práctica. Jesús había demostrado a la gente su
gran deficiencia y había enseñado la necesidad de las buenas obras,
declarando que se conoce el árbol por sus frutos. Por esta razón, le
habían acusado de exaltar los últimos seis mandamientos más que
los primeros cuatro.
El escriba se acercó a Jesús con una pregunta directa: “¿Cuál es
el primer mandamiento de todos?” La respuesta de Cristo es directa
y categórica: “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el