Página 559 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 67—Ayes sobre los fariseos
Este capítulo está basado en Mateo 23; Marcos 12:41-44; Lucas
20:45-47; 21:1-4.
ERA el último día que Cristo enseñara en el templo. La atención
de todos los que formaban las vastas muchedumbres que se habían
reunido en Jerusalén había sido atraída a él; el pueblo se había con-
gregado en los atrios del templo, y atento a la contienda que se había
desarrollado, no había perdido una palabra de las que cayeron de
los labios de Jesús. Nunca se había presenciado una escena tal. Allí
estaba el joven galileo, sin honores terrenales ni insignias reales. En
derredor de él estaban los sacerdotes con sus lujosos atavíos, los
gobernantes con sus mantos e insignias que indicaban su posición
exaltada, y los escribas teniendo en las manos los rollos a los cuales
se referían con frecuencia. Jesús estaba serenamente delante de ellos
con la dignidad de un rey. Como investido de la autoridad celestial,
miraba sin vacilación a sus adversarios, que habían rechazado y des-
preciado sus enseñanzas, y estaban sedientos de su vida. Le habían
asaltado en gran número, pero sus maquinaciones para entramparle
y condenarle habían sido inútiles. Había hecho frente a un desafío
tras otro, presentando la verdad pura y brillante en contraste con las
tinieblas y los errores de los sacerdotes y fariseos. Había expuesto
a estos dirigentes su verdadera condición, y la retribución que con
seguridad se atraerían si persistían en sus malas acciones. La amo-
nestación había sido dada fielmente. Sin embargo, Cristo tenía aún
otra obra que hacer. Le quedaba todavía un propósito por cumplir.
El interés del pueblo en Cristo y su obra había aumentado cons-
tantemente. A los circunstantes les encantaba su enseñanza, pero
también los dejaba muy perplejos. Habían respetado a los sacerdotes
y rabinos por su inteligencia y piedad aparente. En todos los asun-
tos religiosos, habían prestado siempre obediencia implícita a su
autoridad. Pero ahora veían que estos hombres trataban de desacre-
ditar a Jesús, maestro cuya virtud y conocimiento se destacaban con
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