Página 560 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
mayor brillo a cada asalto que sufría. Miraban los semblantes aga-
chados de los sacerdotes y ancianos, y allí veían confusión y derrota.
Se maravillaban de que los sacerdotes no quisieran creer en Jesús,
cuando sus enseñanzas eran tan claras y sencillas. No sabían ellos
mismos qué conducta asumir. Con ávida ansiedad, se fijaban en los
movimientos de aquellos cuyos consejos habían seguido siempre.
En las parábolas que Cristo había pronunciado, era su propósito
amonestar a los sacerdotes e instruir a la gente que estaba dispuesta
a ser enseñada. Pero era necesario hablar aun más claramente. La
gente estaba esclavizada por su actitud reverente hacia la tradición y
por su fe ciega en un sacerdocio corrompido. Cristo debía romper
esas cadenas. El carácter de los sacerdotes, gobernantes y fariseos
debía ser expuesto plenamente.
“Sobre la cátedra de Moisés—dijo él,—se sentaron los escribas
y los Fariseos: así que todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo
y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen y no
hacen.” Los escribas y los fariseos aseveraban estar investidos de
autoridad divina similar a la de Moisés. Aseveraban reemplazarle
como expositores de la ley y jueces del pueblo. Como tales, exigían
del pueblo absoluto respeto y obediencia. Jesús invitó a sus oyentes
a hacer lo que los rabinos les enseñaban según la ley, pero no a seguir
su ejemplo. Ellos mismos no practicaban sus propias enseñanzas.
Y, además, enseñaban muchas cosas contrarias a las Escrituras.
Jesús dijo: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las
ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las
quieren mover.” Los fariseos imponían una multitud de reglamentos
fundados en la tradición, que restringían irracionalmente la libertad
personal. Y explicaban ciertas porciones de la ley de tal manera que
imponían al pueblo observancias que ellos mismos pasaban por alto
en secreto, y de las cuales, cuando respondía a su propósito, hasta
aseveraban estar exentos.
Su objeto constante consistía en hacer ostentación de su piedad.
Para ellos, nada era demasiado sagrado para servir a este fin. Dios
había dicho a Moisés acerca de sus leyes: “Has de atarlas por señal en
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tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos.
Estas palabras tienen
un significado profundo. A medida que se medite en la Palabra de
Dios y se la practique, el ser entero quedará ennoblecido. Al obrar
con justicia y misericordia, las manos revelarán, como señal, los