Página 569 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Ayes sobre los fariseos
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y seductor de los sacerdotes y gobernantes, él discernió la obra de
los agentes satánicos. Aguda y escudriñadora había sido su denuncia
del pecado; pero no habló palabras de represalias. Sentía una santa
ira contra el príncipe de las tinieblas; pero no manifestó irritación.
Así también el cristiano que vive en armonía con Dios, y posee los
suaves atributos del amor y la misericordia, sentirá una justa indig-
nación contra el pecado; pero no le incitará la pasión a vilipendiar a
los que le vilipendien. Aun al hacer frente a aquellos que, movidos
por un poder infernal, sostienen la mentira, conservará en Cristo la
serenidad y el dominio propio.
La compasión divina se leía en el semblante del Hijo de Dios
mientras dirigía una última mirada al templo y luego a sus oyentes.
Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas
lágrimas, exclamó: “¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas,
y apedreas a los que son enviados a til ¡cuántas veces quise juntar
tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no
quisiste!” Esta es la lucha de la separación. En el lamento de Cristo,
se exhala el anhelo del corazón de Dios. Es la misteriosa despedida
del amor longánime de la Divinidad.
Los fariseos y saduceos quedaron todos callados. Jesús reunió a
sus discípulos y se dispuso a abandonar el templo, no como quien
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estuviese derrotado y obligado a huir de la presencia de sus enemi-
gos, sino como quien ha terminado su obra. Se retiró vencedor de la
contienda.
Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel
día memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron
brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspira-
ciones y crearon una nueva historia. Después de la crucifixión y la
resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron y cumplieron
su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la
grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón
de los hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían
empequeñecido durante tanto tiempo la vida de millares. Ante su
testimonio, las teorías y las filosofías humanas llegaron a ser como
fábulas ociosas. Grandes fueron los resultados de las palabras del
Salvador a esta muchedumbre llena de asombro y pavor en el templo
de Jerusalén.