Página 578 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 69—En el Monte de las Olivas
Este capítulo está basado en Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21:5-38.
LAS palabras de Cristo a los sacerdotes y gobernantes: “He
aquí vuestra casa os es dejada desierta,
habían llenado de terror su
corazón. Afectaban indiferencia, pero seguían preguntándose lo que
significaban esas palabras. Un peligro invisible parecía amenazarlos.
¿Podría ser que el magnífico templo que era la gloria de la nación
iba a ser pronto un montón de ruinas? Los discípulos compartían
ese presentimiento de mal, y aguardaban ansiosamente alguna de-
claración más definida de parte de Jesús. Mientras salían con él del
templo, llamaron su atención a la fortaleza y belleza del edificio. Las
piedras del templo eran del mármol más puro, de perfecta blancura y
algunas de ellas de tamaño casi fabuloso. Una porción de la muralla
había resistido el sitio del ejército de Nabucodonosor. En su perfecta
obra de albañilería, parecía como una sólida piedra sacada entera de
la cantera. Los discípulos no podían comprender cómo se podrían
derribar esos sólidos muros.
Al ser atraída la atención de Cristo a la magnificencia del templo,
¡cuáles no deben haber sido los pensamientos que guardó para sí
Aquel que había sido rechazado! El espectáculo que se le ofrecía
era hermoso en verdad, pero dijo con tristeza: Lo veo todo. Los
edificios son de veras admirables. Me mostráis esas murallas como
aparentemente indestructibles; pero escuchad mis palabras: Llegará
el día en que “no será dejada aquí piedra sobre piedra, que no sea
destruída.”
Las palabras de Cristo habían sido pronunciadas a oídos de
gran número de personas; pero cuando Jesús estuvo solo, Pedro,
Juan, Santiago y Andrés vinieron a él mientras estaba sentado en
el monte de las Olivas. “Dinos—le dijeron,—¿cuándo serán estas
cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” En
su contestación a los discípulos, Jesús no consideró por separado
la destrucción de Jerusalén y el gran día de su venida. Mezcló la
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