En el Monte de las Olivas
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descripción de estos dos acontecimientos. Si hubiese revelado a
sus discípulos los acontecimientos futuros como los contemplaba
él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia
ellos, fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los
discípulos estudiar por sí mismos el significado. Cuando se refirió a
la destrucción de Jerusalén, sus palabras proféticas llegaron más allá
de este acontecimiento hasta la conflagración final de aquel día en
que el Señor se levantará de su lugar para castigar al mundo por su
iniquidad, cuando la tierra revelará sus sangres y no encubrirá más
sus muertos. Este discurso entero no fué dado solamente para los
discípulos, sino también para aquellos que iban a vivir en medio de
las últimas escenas de la historia de esta tierra.
Volviéndose a los discípulos, Cristo dijo: “Mirad que nadie os
engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo; y a muchos engañarán.” Muchos falsos mesías iban a pre-
sentarse pretendiendo realizar milagros y declarando que el tiempo
de la liberación de la nación judía había venido. Iban a engañar a
muchos. Las palabras de Cristo se cumplieron. Entre su muerte y
el sitio de Jerusalén, aparecieron muchos falsos mesías. Pero esta
amonestación fué dada también a los que viven en esta época del
mundo. Los mismos engaños practicados antes de la destrucción de
Jerusalén han sido practicados a través de los siglos, y lo serán de
nuevo.
“Y oiréis guerras, y rumores de guerras: mirad que no os turbéis;
porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin.”
Antes de la destrucción de Jerusalén, los hombres contendían por
la supremacía. Se mataban emperadores. Se mataba también a los
que se creía más cercanos al trono. Había guerras y rumores de
guerras. “Es menester que todo esto acontezca—dijo Cristo;—mas
aún no es el fin [de la nación judía como tal.] Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestilencias, y
hambres, y terremotos por los lugares. Y todas estas cosas, principio
de dolores.” Cristo dijo: A medida que los rabinos vean estas seña-
les, declararán que son los juicios de Dios sobre las naciones por
mantener a su pueblo escogido en servidumbre. Declararán que estas
señales son indicios del advenimiento del Mesías. No os engañéis;
son el principio de sus juicios. El pueblo se miró a sí mismo. No
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se arrepintió ni se convirtió para que yo lo sanase. Las señales que