En el Monte de las Olivas
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de nuestro Señor. Otra clase se está colocando bajo la dirección
del primer gran apóstata. Pocos creen de todo corazón y alma que
tenemos un infierno que rehuir y un cielo que ganar.
La crisis se está acercando gradual y furtivamente a nosotros.
El sol brilla en los cielos y recorre su órbita acostumbrada, y los
cielos continúan declarando la gloria de Dios. Los hombres siguen
comiendo y bebiendo, plantando y edificando, casándose y dándose
en casamiento. Los negociantes siguen comprando y vendiendo. Los
hombres siguen luchando unos con otros, contendiendo por el lugar
más elevado. Los amadores de placeres siguen atestando los teatros,
los hipódromos, los garitos de juego. Prevalece la más intensa exci-
tación, y sin embargo el tiempo de gracia está llegando rápidamente
a su fin, y cada caso está por ser decidido para la eternidad. Satanás
ve que su tiempo es corto. Ha puesto todos sus agentes a trabajar
a fin de que los hombres sean engañados, seducidos, ocupados y
hechizados hasta que haya terminado el tiempo de gracia, y se haya
cerrado para siempre la puerta de la misericordia.
[591]
Solemnemente llegan hasta nosotros, a través de los siglos, las
palabras amonestadoras de nuestro Señor desde el monte de las Oli-
vas: “Mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados
de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga
de repente sobre vosotros aquel día.” “Velad pues, orando en todo
tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que
han de venir y de estar en pie delante del Hijo del hombre.”
[592]
Mateo 23:38
.
Véase la nota 3 del Apéndice.
1 Corintios 15:52
.
Judas 24
.
Génesis 6:5
.
Colosenses 1:23
.
Apocalipsis 14:6, 14
.
Hechos 17:31
.
2 Pedro 3:12
.
Génesis 7:1; 19:14
.
Lucas 12:37, 42
.
Lucas 12:37, 42
.
Apocalipsis 3:3
.
1 Tesalonicenses 5:3
.
2 Pedro 3:4
;
Isaías 56:12
.