Página 584 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
de la ley de Dios están llenando la tierra de maldad. Sus apuestas,
sus carreras de caballos, sus juegos, su disipación, sus prácticas con-
cupiscentes, sus pasiones indomables, están llenando rápidamente
el mundo de violencia.
En la profecía referente a la destrucción de Jerusalén, Cristo
dijo: “Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad [el amor]
de muchos se resfriará. Mas el que perseverare hasta el fin, éste
será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el
mundo, por testimonio a todos los Gentiles; y entonces vendrá el
fin.” Esta profecía volverá a cumplirse. La abundante iniquidad de
aquel día halla su contraparte en esta generación. Lo mismo ocurre
con la predicción referente a la predicación del Evangelio. Antes
de la caída de Jerusalén, Pablo, escribiendo bajo la inspiración del
Espíritu Santo, declaró que el Evangelio había sido predicado a “toda
criatura que está debajo del cielo.
Así también ahora, antes de la
venida del Hijo del hombre, el Evangelio eterno ha de ser predicado
“a toda nación y tribu y lengua y pueblo.
Dios “ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo.
Cristo nos dice cuándo ha de iniciarse ese día. No afirma que todo
el mundo se convertirá, sino que “será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los Gentiles; y
entonces vendrá el fin.” Mediante la proclamación del Evangelio
al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro
Señor. No sólo hemos de esperar la venida del día de Dios, sino
apresurarla
Si la iglesia de Cristo hubiese hecho su obra como el
Señor le ordenaba, todo el mundo habría sido ya amonestado, y el
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Señor Jesús habría venido a nuestra tierra con poder y grande gloria.
Después que hubo indicado las señales de su venida, Cristo dijo:
“Cuando viereis hacerse estas cosas, conoced que está cerca, a las
puertas.” “Mirad, velad y orad.” Dios advirtió siempre a los hombres
los juicios que iban a caer sobre ellos. Los que tuvieron fe en su
mensaje para su tiempo y actuaron de acuerdo con ella, en obediencia
a sus mandamientos, escaparon a los juicios que cayeron sobre los
desobedientes e incrédulos. A Noé fueron dirigidas estas palabras:
“Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de
mí.” Noé obedeció y se salvó. Este mensaje llegó a Lot: “Levantaos,
salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad.
Lot
se puso bajo la custodia de los mensajeros celestiales y se salvó.