En el Monte de las Olivas
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Vendrá para honrar a los que le amaron y guardaron sus manda-
mientos, y para llevarlos consigo. No los ha olvidado ni tampoco ha
olvidado su promesa. Volverán a unirse los eslabones de la familia.
Cuando miramos a nuestros muertos, podemos pensar en la mañana
en que la trompeta de Dios resonará, cuando “los muertos serán
levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados.
Aun
un poco más, y veremos al Rey en su hermosura. Un poco más, y
enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Un poco más, y nos presen-
tará “delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría.
Por lo
tanto, cuando dió las señales de su venida, dijo: “Cuando estas cosas
comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque
vuestra redención está cerca.”
Pero el día y la hora de su venida, Cristo no los ha revelado.
Explicó claramente a sus discípulos que él mismo no podía dar a
conocer el día o la hora de su segunda aparición. Si hubiese teni-
do libertad para revelarlo, ¿por qué habría necesitado exhortarlos a
mantener una actitud de constante expectativa? Hay quienes aseve-
ran conocer el día y la hora de la aparición de nuestro Señor. Son
muy fervientes en trazar el mapa del futuro. Pero el Señor los ha
amonestado a que se aparten de este terreno. El tiempo exacto de la
segunda venida del Hijo del hombre es un misterio de Dios.
Cristo continuó señalando la condición del mundo en ocasión de
su venida: “Como los días de Noé, así será la venida del Hijo del
hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo
y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que Noé
entró en el arca, y no conocieron hasta que vino el diluvio y llevó
a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.” Cristo no
presenta aquí un milenario temporal, mil años en los cuales todos se
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han de preparar para la eternidad. Nos dice que como fué en los días
de Noé, así será cuando vuelva el Hijo del hombre.
¿Cómo era en los días de Noé?—“Vió Jehová que la malicia de
los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pen-
samientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Los habitantes del mundo antediluviano se apartaron de Jehová y
se negaron a hacer su santa voluntad. Siguieron sus propias imagi-
naciones profanas e ideas pervertidas. Y a causa de su perversidad
fueron destruídos; y hoy el mundo está siguiendo el mismo camino.
No ofrece señales halagüeñas de gloria milenaria. Los transgresores