Página 581 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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En el Monte de las Olivas
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plan todas las cosas que están escritas.” Esta advertencia fué dada
para que la recordasen cuarenta años más tarde en ocasión de la des-
trucción de Jerusalén. Los cristianos obedecieron la amonestación y
ni uno de ellos pereció cuando cayó la ciudad.
“Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno ni en sábado,”
dijo Cristo. El que hizo el sábado no lo abolió clavándolo en su cruz.
El sábado no fué anulado por su muerte. Cuarenta años después de
su crucifixión, había de ser considerado todavía sagrado. Durante
cuarenta años, los discípulos debían orar por que su huída no fuese
en sábado.
De la destrucción de Jerusalén, Cristo pasó rápidamente al acon-
tecimiento mayor, el último eslabón de la cadena de la historia de
esta tierra la venida del Hijo de Dios en majestad y gloria. Entre
estos dos acontecimientos, estaban abiertos a la vista de Cristo lar-
gos siglos de tinieblas, siglos que para su iglesia estarían marcados
con sangre, lágrimas y agonía. Los discípulos no podían entonces
soportar la visión de estas escenas, y Jesús las pasó con una breve
mención. “Habrá entonces grande aflicción—dijo,—cual no fué des-
de el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si aquellos días no
fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los
escogidos, aquellos días serán acortados.” Durante más de mil años
iba a imperar contra los seguidores de Cristo una persecución como
el mundo nunca la había conocido antes. Millones y millones de sus
fieles testigos iban a ser muertos. Si Dios no hubiese extendido la
mano para preservar a su pueblo, todos habrían perecido. “Mas por
causa de los escogidos—dijo,—aquellos días serán acortados.”
Luego, en lenguaje inequívoco, nuestro Señor habla de su segun-
da venida y anuncia los peligros que iban a preceder a su adveni-
miento al mundo. “Si alguno os dijere: He aquí está el Cristo, o allí,
no creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si
es posible, aun a los escogidos. He aquí os lo he dicho antes. Así que,
si os dijeren: He aquí en el desierto está; no salgáis: He aquí en las
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cámaras; no creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente
y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo
del hombre.” Una de las señales de la destrucción de Jerusalén que
Cristo había anunciado era: “Muchos falsos profetas se levantarán y
engañarán a muchos.” Se levantaron falsos profetas que engañaron a