Página 598 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
acerca de la dificultad. En vez de eso, les dió un ejemplo que nunca
olvidarían. Su amor hacia ellos no se perturbaba ni se apagaba
fácilmente. Sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus
manos, y que él provenía de Dios e iba a Dios. Tenía plena conciencia
de su divinidad; pero había puesto a un lado su corona y vestiduras
reales, y había tomado forma de siervo. Uno de los últimos actos
de su vida en la tierra consistió en ceñirse como siervo y cumplir la
tarea de un siervo.
Antes de la Pascua, Judas se había encontrado por segunda vez
con los sacerdotes y escribas, y había cerrado el contrato de entregar
a Jesús en sus manos. Sin embargo, más tarde se mezcló con los
discípulos como si fuese inocente de todo mal, y se interesó en
la ejecución de los preparativos para la fiesta. Los discípulos no
sabían nada del propósito de Judas. Sólo Jesús podía leer su secreto.
Sin embargo, no le desenmascaró. Jesús sentía anhelo por su alma.
Sentía por él tanta preocupación como por Jerusalén cuando lloró
sobre la ciudad condenada. Su corazón clamaba: “¿Cómo tengo
de dejarte?” El poder constrictivo de aquel amor fué sentido por
Judas. Mientras las manos del Salvador estaban bañando aquellos
pies contaminados y secándolos con la toalla, el impulso de confesar
entonces y allí mismo su pecado conmovió intensamente el corazón
de Judas. Pero no quiso humillarse. Endureció su corazón contra
el arrepentimiento; y los antiguos impulsos, puestos a un lado por
el momento, volvieron a dominarle. Judas se ofendió entonces por
el acto de Cristo de lavar los pies de sus discípulos. Si Jesús podía
humillarse de tal manera, pensaba, no podía ser el rey de Israel.
Eso destruía toda esperanza de honores mundanales en un reino
temporal. Judas quedó convencido de que no había nada que ganar
siguiendo a Cristo. Después de verle degradarse a sí mismo, como
pensaba, se confirmó en su propósito de negarle y de confesarse
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engañado. Fué poseído por un demonio, y resolvió completar la obra
que había convenido hacer: entregar a su Señor.
Judas, al elegir su puesto en la mesa, había tratado de colocarse
en primer lugar, y Cristo, como siervo, le sirvió a él primero. Juan,
hacia quien Judas había tenido tan amargos sentimientos, fué dejado
hasta lo último. Pero Juan no lo consideró como una reprensión o
desprecio. Mientras los discípulos observaban la acción de Cristo,
se sentían muy conmovidos. Cuando llegó el turno de Pedro, éste