Página 60 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresionantes ritos del
servicio pascual. Día tras día, veía más claramente su significado.
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Todo acto parecía ligado con su propia vida. Se despertaban nue-
vos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar estudiando
un gran problema. El misterio de su misión se estaba revelando al
Salvador.
Arrobado en la contemplación de estas escenas, no permaneció
al lado de sus padres. Buscó la soledad. Cuando terminaron los
servicios pascuales, se demoró en los atrios del templo; y cuando
los adoradores salieron de Jerusalén, él fué dejado atrás.
En esta visita a Jerusalén, los padres de Jesús desearon ponerle
en relación con los grandes maestros de Israel. Aunque era obediente
en todo detalle a la Palabra de Dios, no se conformaba con los ritos
y las costumbres de los rabinos. José y María esperaban que se le
pudiese inducir a reverenciar a esos sabios y a prestar más diligente
atención a sus requerimientos. Pero en el templo Jesús había sido
enseñado por Dios, y empezó en seguida a impartir lo que había
recibido.
En aquel tiempo, una dependencia del templo servía de local para
una escuela sagrada, semejante a las escuelas de los profetas. Allí
rabinos eminentes se reunían con sus alumnos, y allí se dirigió el niño
Jesús. Sentándose a los pies de aquellos hombres graves y sabios,
escuchaba sus enseñanzas. Como quien busca sabiduría, interrogaba
a esos maestros acerca de las profecías y de los acontecimientos que
entonces ocurrían y señalaban el advenimiento del Mesías.
Jesús se presentó como quien tiene sed del conocimiento de
Dios. Sus preguntas sugerían verdades profundas que habían queda-
do obscurecidas desde hacía mucho tiempo, y que, sin embargo, eran
vitales para la salvación de las almas. Al paso que cada pregunta
revelaba cuán estrecha y superficial era la sabiduría de los sabios, les
presentaba una lección divina, y hacía ver la verdad desde un nuevo
punto de vista. Los rabinos hablaban de la admirable exaltación que
la venida del Mesías proporcionaría a la nación judía; pero Jesús
presentó la profecía de Isaías, y les preguntó qué significaban aque-
llos textos que señalaban los sufrimientos y la muerte del Cordero
de Dios.
Los doctores le dirigieron preguntas, y quedaron asombrados al
oír sus respuestas. Con la humildad de un niño, repitió las palabras de
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