Página 61 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

La visita de pascua
57
la Escritura, dándoles una profundidad de significado que los sabios
no habían concebido. De haber seguido los trazos de la verdad que él
señalaba, habrían realizado una reforma en la religión de su tiempo.
Se habría despertado un profundo interés en las cosas espirituales;
y al iniciar Jesús su ministerio, muchos habrían estado preparados
para recibirle.
Los rabinos sabían que Jesús no había recibido instrucción en sus
escuelas; y, sin embargo, su comprensión de las profecías excedía en
mucho a la suya. En este reflexivo niño galileo discernían grandes
promesas. Desearon asegurárselo como alumno, a fin de que llegase
a ser un maestro de Israel. Querían encargarse de su educación,
convencidos de que una mente tan original debía ser educada bajo
su dirección.
Las palabras de Jesús habían conmovido sus corazones como
nunca lo habían sido por palabras de labios humanos. Dios estaba
tratando de dar luz a aquellos dirigentes de Israel, y empleaba el
único medio por el cual podían ser alcanzados. Su orgullo se habría
negado a admitir que podían recibir instrucción de alguno. Si Jesús
hubiese aparentado tratar de enseñarles, habrían desdeñado escu-
charle. Pero se lisonjeaban de que le estaban enseñando, o por lo
menos examinando su conocimiento de las Escrituras. La modestia y
gracia juvenil de Jesús desarmaba sus prejuicios. Inconscientemente
se abrían sus mentes a la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo hablaba
a sus corazones.
No podían sino ver que su expectativa concerniente al Mesías
no estaba sostenida por la profecía; pero no querían renunciar a
las teorías que habían halagado su ambición. No querían admitir
que no habían interpretado correctamente las Escrituras que preten-
dían enseñar. Se preguntaban unos a otros: ¿Cómo tiene este joven
conocimiento no habiendo nunca aprendido? La luz estaba resplan-
deciendo en las tinieblas; “mas las tinieblas no la comprendieron.
Mientras tanto, José y María estaban en gran perplejidad y an-
gustia. Al salir de Jerusalén habían perdido de vista a Jesús, y no
sabían que se había quedado atrás. El país estaba entonces densa-
mente poblado, y las caravanas de Galilea eran muy grandes. Había
mucha confusión al salir de la ciudad. Mientras viajaban, el placer
de andar con amigos y conocidos absorbió su atención, y no notaron
[60]
la ausencia de Jesús hasta que llegó la noche. Entonces, al detenerse