Página 600 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

596
El Deseado de Todas las Gentes
un estado de humildad y amor, no estaban preparados para participar
en la cena pascual, o del servicio recordativo que Cristo estaba por
instituir. Sus corazones debían ser limpiados. El orgullo y el egoís-
mo crean disensión y odio, pero Jesús se los quitó al lavarles los
pies. Se realizó un cambio en sus sentimientos. Mirándolos, Jesús
pudo decir: “Vosotros limpios estáis.” Ahora sus corazones estaban
unidos por el amor mutuo. Habían llegado a ser humildes y a estar
dispuestos a ser enseñados. Excepto Judas, cada uno estaba listo
para conceder a otro el lugar más elevado. Ahora, con corazones
subyugados y agradecidos, podían recibir las palabras de Cristo.
Como Pedro y sus hermanos, nosotros también hemos sido la-
vados en la sangre de Cristo, y sin embargo la pureza del corazón
queda con frecuencia contaminada por el contacto con el mal. Debe-
mos ir a Cristo para obtener su gracia purificadora. Pedro rehuía el
poner sus pies contaminados en contacto con las manos de su Señor
y Maestro; pero ¡con cuánta frecuencia ponemos en contacto con el
corazón de Cristo nuestros corazones pecaminosos y contaminados!
¡Cuán penosos le resultan nuestro mal genio, nuestra vanidad y nues-
tro orgullo! Sin embargo, debemos llevarle todas nuestras flaquezas
y contaminación. El es el único que puede lavarnos. No estamos
preparados para la comunión con él a menos que seamos limpiados
por su eficacia.
Jesús dijo a los discípulos: “Vosotros limpios estáis, aunque
no todos.” El había lavado los pies de Judas, pero éste no le había
entregado su corazón. Este no fué purificado. Judas no se había
sometido a Cristo.
[604]
Después que Cristo hubo lavado los pies de los discípulos, se
puso la ropa que se había sacado, se sentó de nuevo y les dijo:
“¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis, Maestro, y, Señor:
y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos
a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El
siervo no es mayor que su Señor, ni el apóstol es mayor que el que
le envió.”
Cristo quería que sus discípulos comprendiesen que aunque les
había lavado los pies, esto no le restaba dignidad. “Vosotros me
llamáis, Maestro, y, Señor; y decís bien; porque lo soy.” Y siendo