Un siervo de siervos
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tan infinitamente superior, impartió gracia y significado al servicio.
Nadie ocupaba un puesto tan exaltado como el de Cristo, y sin
embargo él se rebajó a cumplir el más humilde deber. A fin de
que los suyos no fuesen engañados por el egoísmo que habita en
el corazón natural y se fortalece por el servicio propio, Cristo les
dió su ejemplo de humildad. No quería dejar a cargo del hombre
este gran asunto. De tanta importancia lo consideró, que él mismo,
que era igual a Dios, actuó como siervo de sus discípulos. Mientras
estaban contendiendo por el puesto más elevado, Aquel ante quien
toda rodilla ha de doblarse, Aquel a quien los ángeles de gloria se
honran en servir, se inclinó para lavar los pies de quienes le llamaban
Señor. Lavó los pies de su traidor.
En su vida y sus lecciones, Cristo dió un ejemplo perfecto del
ministerio abnegado que tiene su origen en Dios. Dios no vive para
sí. Al crear el mundo y al sostener todas las cosas, está sirviendo
constantemente a otros. El “hace que su sol salga sobre malos y
buenos, y llueve sobre justos e injustos.
Este ideal de ministerio
fué confiado por Dios a su Hijo. Jesús fué dado para que estuviese
a la cabeza de la humanidad, a fin de que por su ejemplo pudiese
enseñar lo que significa servir. Toda su vida fué regida por una ley
de servicio. Sirvió y ministró a todos. Así vivió la ley de Dios, y por
su ejemplo nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros.
Vez tras vez, Jesús había tratado de establecer este principio
entre sus discípulos. Cuando Santiago y Juan hicieron su pedido de
preeminencia, él dijo: “El que quisiere entre vosotros hacerse grande,
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será vuestro servidor.
En mi reino, el principio de preferencia y
supremacía no tiene cabida. La única grandeza es la grandeza de la
humildad. La única distinción se halla en la devoción al servicio de
los demás.
Ahora, habiendo lavado los pies de los discípulos, dijo: “Ejemplo
os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”
En estas palabras Cristo no sólo ordenaba la práctica de la hospitali-
dad. Quería enseñar algo más que el lavamiento de los pies de los
huéspedes para quitar el polvo del viaje. Cristo instituía un servicio
religioso. Por el acto de nuestro Señor, esta ceremonia humillante
fué transformada en rito consagrado, que debía ser observado por
los discípulos, a fin de que recordasen siempre sus lecciones de
humildad y servicio.