“No se turbe vuestro corazón”
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sabéis a dónde yo voy; y sabéis el camino.” Por causa vuestra vine al
mundo. Estoy trabajando en vuestro favor. Cuando me vaya, seguiré
trabajando anhelosamente por vosotros. Vine al mundo a revelarme
a vosotros, para que creyeseis. Voy al Padre para cooperar con él en
vuestro favor. El objeto de la partida de Cristo era lo opuesto de lo
que temían los discípulos. No significaba una separación final. Iba
a prepararles lugar, a fin de volver aquí mismo a buscarlos. Mien-
tras les estuviese edificando mansiones, ellos habían de edificar un
carácter conforme a la semejanza divina.
Los discípulos estaban perplejos aún. Tomás, siempre acosado
por las dudas, dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo, pues,
podemos saber el camino? Jesús le dice: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocie-
seis, también a mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le
habéis visto.”
No hay muchos caminos que llevan al cielo. No puede cada
uno escoger el suyo. Cristo dice: “Yo soy el camino.... Nadie viene
al Padre, sino por mí.” Desde que fué predicado el primer sermón
evangélico, cuando en el Edén se declaró que la simiente de la
mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, Cristo ha sido enaltecido
como el camino, la verdad y la vida. El era el camino cuando Adán
vivía, cuando Abel ofreció a Dios la sangre del cordero muerto, que
representaba la sangre del Redentor. Cristo fué el camino por el cual
los patriarcas y los profetas fueron salvos. El es el único camino por
el cual podemos tener acceso a Dios.
“Si me conocieseis—dijo Cristo,—también a mi Padre conocie-
rais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” Pero los discípulos
no le comprendieron todavía. “Señor, muéstranos el Padre—exclamó
Felipe,—y nos basta.”
Asombrado por esta dureza de entendimiento, Cristo preguntó
con dolorosa sorpresa: “¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros,
y no me has conocido, Felipe?” ¿Es posible que no veáis al Padre
en las obras que hace por medio de mí? ¿No creéis que he venido
para testificar acerca del Padre? “¿Cómo, pues, dices tú: Muéstra-
nos al Padre?” “El que me ha visto, ha visto al Padre.” Cristo no
había dejado de ser Dios cuando se hizo hombre. Aunque se había
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humillado hasta asumir la humanidad, seguía siendo divino. Cristo
solo podía representar al Padre ante la humanidad, y los discípulos