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El Deseado de Todas las Gentes
habían tenido el privilegio de contemplar esta representación por
más de tres años.
“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí: de otra
manera, creedme por las mismas obras.” Su fe podría haber descan-
sado segura en la evidencia dada por las obras de Cristo, obras que
ningún hombre habría podido hacer de por sí. Las obras de Cristo
atestiguaban su divinidad. El Padre había sido revelado por él.
Si los discípulos creyesen en esta relación vital entre el Padre y
el Hijo, su fe no los abandonaría cuando vieran los sufrimientos y la
muerte de Cristo para salvar a un mundo que perecía. Cristo estaba
tratando de conducirlos de su poca fe a la experiencia que podían
recibir si realmente comprendían lo que era: Dios en carne humana.
Deseaba que viesen que su fe debía llevarlos hacia arriba, hacia Dios,
y anclarse allí. ¡Con cuánto fervor y perseverancia procuró nuestro
compasivo Salvador preparar a sus discípulos para la tormenta de
tentación que pronto iba a azotarlos! El quería que estuviesen ocultos
con él en Dios.
Mientras Cristo pronunciaba estas palabras, la gloria de Dios
resplandecía en su semblante, y todos los presentes sintieron un
sagrado temor al escuchar sus palabras con arrobada atención. Sus
corazones fueron más decididamente atraídos hacia él; y mientras
eran atraídos a Cristo con mayor amor, eran también atraídos los
unos hacia los otros. Sentían que el cielo estaba muy cerca, y que
las palabras que escuchaban eran un mensaje enviado a ellos por su
Padre celestial.
“De cierto, de cierto os digo—continuó Cristo:—El que en mí
cree, las obras que yo hago también él las hará.” El Salvador anhelaba
profundamente que sus discípulos comprendiesen con qué propósito
su divinidad se había unido a la humanidad. Vino al mundo para
revelar la gloria de Dios, a fin de que el hombre pudiese ser elevado
por su poder restaurador. Dios se manifestó en él a fin de que pudiese
manifestarse en ellos. Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades
que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta
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humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren
vivir sometidos a Dios como él vivió.
“Y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.” Con esto no
quiso decir Cristo que la obra de los discípulos sería de un carácter
más elevado que la propia, sino que tendría mayor extensión. No