Página 617 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“No se turbe vuestro corazón”
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se refirió meramente a la ejecución de milagros, sino a todo lo que
sucedería bajo la operación del Espíritu Santo.
Después de la ascensión del Señor, los discípulos experimenta-
ron el cumplimiento de su promesa. Las escenas de la crucifixión,
resurrección y ascensión de Cristo fueron para ellos una realidad
viviente. Vieron que las profecías se habían cumplido literalmente.
Escudriñaron las Escrituras y aceptaron sus enseñanzas con una fe
y seguridad que no conocían antes. Sabían que el divino Maestro
era todo lo que había aseverado ser. Y al contar ellos lo que habían
experimentado y al ensalzar el amor de Dios, los corazones humanos
se enternecían y subyugaban, y multitudes creían en Jesús.
La promesa del Salvador a sus discípulos es una promesa hecha
a su iglesia hasta el fin del tiempo. Dios no quería que su admirable
plan para redimir a los hombres lograse solamente resultados insig-
nificantes. Todos los que quieran ir a trabajar, no confiando en lo
que ellos mismos pueden hacer sino en lo que Dios puede hacer para
ellos y por ellos, experimentarán ciertamente el cumplimiento de su
promesa. “Mayores [obras] que éstas hará—él declara;—porque yo
voy al Padre.”
Hasta entonces los discípulos no conocían los recursos y el poder
ilimitado del Salvador. El les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido
en mi nombre.
Explicó que el secreto de su éxito consistiría en
pedir fuerza y gracia en su nombre. Estaría delante del Padre para
pedir por ellos. La oración del humilde suplicante es presentada por
él como su propio deseo en favor de aquella alma. Cada oración
sincera es oída en el cielo. Tal vez no sea expresada con fluidez; pero
si procede del corazón ascenderá al santuario donde Jesús ministra,
y él la presentará al Padre sin balbuceos, hermosa y fragante con el
incienso de su propia perfección.
La senda de la sinceridad e integridad no es una senda libre de
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obstrucción, pero en toda dificultad hemos de ver una invitación
a orar. Ningún ser viviente tiene poder que no haya recibido de
Dios, y la fuente de donde proviene está abierta para el ser humano
más débil. “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre—dijo
Jesús,—esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si
algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.”
“En mi nombre,” ordenó Cristo a sus discípulos que orasen. En
el nombre de Cristo han de permanecer siguiéndole delante de Dios.