Página 626 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Vid. De ella se ha ido obteniendo fruto. Ha habido una cosecha que
los transeúntes han arrancado.
“Yo soy la Vid, vosotros los pámpanos,” dijo Cristo a sus discí-
pulos. Aunque él estaba por ser arrebatado de entre ellos, su unión
espiritual con él no había de cambiar. La unión del sarmiento con la
vid, dijo, representa la relación que habéis de sostener conmigo. El
pámpano está injertado en la vid viviente, y fibra tras fibra, vena tras
vena, va creciendo en el tronco. La vida de la vid llega a ser la vida
del pámpano. Así también el alma muerta en delitos y pecados recibe
vida por su unión con Cristo. Por la fe en él como Salvador personal,
se forma esa unión. El pecador une su debilidad a la fuerza de Cristo,
su vacuidad a la plenitud de Cristo, su fragilidad a la perdurable
potencia de Cristo. Entonces tiene el sentir de Cristo. La humanidad
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de Cristo ha tocado nuestra humanidad, y nuestra humanidad ha
tocado la divinidad. Así, por la intervención del Espíritu Santo, el
hombre viene a ser participante de la naturaleza divina. Es acepto
en el Amado.
Esta unión con Cristo, una vez formada, debe ser mantenida.
Cristo dijo: “Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni
vosotros, si no estuviereis en mí.” Este no es un contacto casual,
ninguna unión que se realiza y se corta luego. El sarmiento llega a
ser parte de la vid viviente. La comunicación de la vida, la fuerza
y el carácter fructífero de la raíz a las ramas se verifica en forma
constante y sin obstrucción. Separado de la vid, el sarmiento no
puede vivir. Así tampoco, dijo Jesús, podéis vivir separados de mí.
La vida que habéis recibido de mí puede conservarse únicamente
por la comunión continua. Sin mí, no podéis vencer un solo pecado,
ni resistir una sola tentación.
“Estad en mí, y yo en vosotros.” El estar en Cristo significa reci-
bir constantemente de su Espíritu, una vida de entrega sin reservas a
su servicio. El conducto de comunicación debe mantenerse conti-
nuamente abierto entre el hombre y su Dios. Como el sarmiento de
la vid recibe constantemente la savia de la vid viviente, así hemos de
aferrarnos a Jesús y recibir de él por la fe la fuerza y la perfección
de su propio carácter.
La raíz envía su nutrición por el sarmiento a la ramificación más
lejana. Así comunica Cristo la corriente de su fuerza vital a todo