“No se turbe vuestro corazón”
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que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas
porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso
os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que yo os he dicho:
No es el siervo mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido,
también a vosotros perseguirán: si han guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado.” El Evangelio ha de ser
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proclamado mediante una guerra agresiva, en medio de oposición,
peligros, pérdidas y sufrimientos. Pero los que hacen esta obra están
tan sólo siguiendo los pasos de su Maestro.
Como Redentor del mundo, Cristo arrostraba constantemente
lo que parecía ser el fracaso. El, el mensajero de misericordia en
nuestro mundo, parecía realizar sólo una pequeña parte de la obra
elevadora y salvadora que anhelaba hacer. Las influencias satánicas
estaban obrando constantemente para oponerse a su avance. Pero
no quiso desanimarse. Por la profecía de Isaías declara: “Por demás
he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mi fortaleza;
mas mi juicio está delante de Jehová, y mi recompensa con mi
Dios.... Bien que Israel no se juntará, con todo, estimado seré en
los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fortaleza.” A Cristo se
dirige la promesa: “Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo
suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las gentes. ...
Así dijo Jehová: ... guardarte he, y te daré por alianza del pueblo,
para que levantes la tierra, para que heredes asoladas heredades;
para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas:
Manifestaos.... No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los
afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los
conducirá a manaderos de aguas.
Jesús confió en esta palabra, y no dió a Satanás ventaja alguna.
Cuando iba a dar los últimos pasos en su humillación, cuando estaba
por rodear su alma la tristeza más profunda, dijo a sus discípulos:
“Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí.” “El
príncipe de este mundo es juzgado.” Ahora será echado
Con ojo
profético, Cristo vió las escenas que iban a desarrollarse en su último
gran conflicto. Sabía que cuando exclamase: “Consumado es,” todo
el cielo triunfaría. Su oído percibió la lejana música y los gritos de
victoria en los atrios celestiales. El sabía que el toque de muerte del