Página 646 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
hechos? “Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado—
replicó Jesús:—he aquí, ésos saben lo que yo he dicho.”
Annás quedó acallado por la decisión de la respuesta. Temiendo
que Cristo dijese acerca de su conducta algo que él prefería mantener
encubierto, nada más le dijo por el momento. Uno de sus oficiales,
lleno de ira al ver a Annás reducido al silencio, hirió a Jesús en la
cara diciendo: “¿Así respondes al pontífice?”
Cristo replicó serenamente: “Si he hablado mal, da testimonio
del mal: y si bien, ¿por qué me hieres?” No pronunció hirientes
palabras de represalia. Su serena respuesta brotó de un corazón sin
pecado, paciente y amable, a prueba de provocación.
Cristo sufrió intensamente bajo los ultrajes y los insultos. En
manos de los seres a quienes había creado y en favor de los cuales
estaba haciendo un sacrificio infinito, recibió toda indignidad. Y
sufrió en proporción a la perfección de su santidad y su odio al
pecado. El ser interrogado por hombres que obraban como demonios,
le era un continuo sacrificio. El estar rodeado por seres humanos bajo
el dominio de Satanás le repugnaba. Y sabía que en un momento,
con un fulgor de su poder divino podía postrar en el polvo a sus
crueles atormentadores. Esto le hacía tanto más difícil soportar la
prueba.
Los judíos esperaban a un Mesías que se revelase con mani-
festación exterior. Esperaban que, por un despliegue de voluntad
dominadora, cambiase la corriente de los pensamientos de los hom-
bres y los obligase a reconocer su supremacía. Así, creían ellos,
obtendría su propia exaltación y satisfaría las ambiciosas esperanzas
de ellos. Así que cuando Cristo fué tratado con desprecio, sintió una
fuerte tentación a manifestar su carácter divino. Por una palabra, por
una mirada, podía obligar a sus perseguidores a confesar que era
Señor de reyes y gobernantes, sacerdotes y templo. Pero le incumbía
la tarea difícil de mantenerse en la posición que había elegido como
uno con la humanidad.
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Los ángeles del cielo presenciaban todo movimiento hecho con-
tra su amado General. Anhelaban librar a Cristo. Bajo las órdenes de
Dios, los ángeles son todopoderosos. En una ocasión, en obediencia
a la orden de Cristo, mataron en una noche a ciento ochenta y cinco
mil hombres del ejército asirio. ¡Cuán fácilmente los ángeles que
contemplaban la ignominiosa escena del juicio de Cristo podrían